Mariplatónica desde 1996 y antes

He conseguido ser de muchos pocos como decían mi padre y mi abuela

jueves, 12 de noviembre de 2015

Esa luz y todo eso

De vez en cuando me acuerdo de un momento peculiar: un momento entre la tele y yo.

Yo debía tener unos veintidós o veintitrés años, no sé, quizá alguno menos pero no más.
Estaba en casa de mis padres, en el salón, y estudiaba algo, no sé qué materia pero sé que preparaba algún examen; como me aburría con el silencio de la estancia y no debía tener demasiadas ganas de estudiar pues me puse la tele para que aquello me fuera más liviano. Estaban echando un partido de fúbol, era la Copa de América, y o jugaba Brasil o se jugaba en Brasil, no me acuerdo, pero Brasil tenía que ver.

A mí ya me gustaba Brasil desde pequeña, desde muy niña, y eso era así porque mis hermanos mayores tenían un par de discos de Astrud Gilberto y los ponían mucho, y a todos nos gustaban un montón, así que cuando sonaba nadie decía de quitarlo ni de poner otra cosa: unanimidad total.
Aquella música era una delicia y a mí me trasportaba no sé a dónde porque tenía mucha imaginación y porque leía, entre otras cosas, enciclopedias (una enciclopedia alemana magnífica con unas tapas azul turquesa preciosas) y un gran libro con tapas muy gruesas, “Las maravillas del mundo”, que me hacía soñar con esos mundos de Dios (recuerdo las fotos de Río de Janeiro y de Brasilia).
Pues lo único que me faltaba era la música, y también estaba.
Recuerdo también que en la pubertad se me ocurrió establecer correspondencia con chicos y chicas de otros países, y uno de ellos era un chico brasileño que vivía en Sao Paulo, y me contaba cosas de allí y me mandaba sellos, que por entonces me dio por coleccionar aunque esa colección nunca prosperó: hay que tener mucha paciencia y verdaderamente mucho interés para ser coleccionista de lo que sea.

Pues como decía antes, estudiaba viendo aquel partido que se jugaba en una franja horaria distinta, no sé cuántas horas de diferencia habría, el caso es que una de las veces que levanté los ojos de los apuntes y miré la tele, vi a los jugadores corriendo detrás del balón y la hierba tenía un color precioso, y entonces vi que es que había una luz fabulosa que no conocía: yo no había visto nunca aquella luz. Y me quedé perpleja ante esa belleza, no podía quitar los ojos de la pantalla. Era de una belleza incontestable.
Entonces, entonces tuve un pensamiento o una emoción o las dos cosas que casi me turbó, no, sin casi, me turbó: me di cuenta, me sorprendí a mí misma diciéndome que si alguna vez fuera a un sitio con esa luz, a Brasil, pues que “se me iría la cabeza”, que allí yo sería otra. 
¡Qué cosas!
 
En aquella época la vida era oprimente, con sus luces y con sus sombras, auque ahora, desde la distancia, se percibe más el resplandor.
 
No he ido a Brasil. Hace mucho tiempo que sé que el viaje a Brasil sería un viaje turístico, aunque no un viaje cualquiera, eso tampoco.
No sé si iré o no. Si voy, estará bien, habrá que ver cómo es realmente su luz, no niego que esto me gustaría, y si no voy, también estará bien porque Brasil ya cumplió su papel.
Con el tiempo me he dado cuenta, quizá es algo muy obvio, pero yo me he dado cuenta a lo largo del tiempo y del espacio de que cada sitio tiene una luz.
Eso es lo que me gusta de estar en los sitios, de las personas, y también de la vida: la luz.

El disco era Beach-Samba.



                                       
                                        


Bola extra: dejo aquí esta maravilla.





Y digo yo, ¿fue la luz o fue la música? 
  


                                                               Leivinha haciendo un chilena


viernes, 6 de noviembre de 2015

Earth

Esta canción es una felicidad; la conozco años y cuando suena en mi MP3 me alegra todas las células del cuerpo. Al principio no le presté atención a la letra, luego me di cuenta de que era una canción religiosa y me quedé contrariada: “pero, ¿es que soy tonta? ¡Qué más da!!!”, me dije a mí misma. Y me pareció igual o más bonita.

Save me. ¿Quién no quiere ser salvado? ¿Quién no quiere que salven a los suyos?

Adoro a Paddy McAloon, el alma de Prefab Sprout. En el 2013 sacó un disco y leí una entrevista a propósito de ello; en ella contaba que había estado enfermo y que por las noches se despertaba sobresaltado sintiendo que tenía todavía muchas cosas que hacer, muchas canciones por sacar, muchos proyectos. Y no sabía si iba a poder hacerlos. Y luego salió adelante de aquello y sacó el disco. Lo que yo leí en aquella entrevista me pareció un ejemplo de valentía y humanidad.

Bueno, pues aquí una de sus canciones; tiene muchas maravillosas.



                                     
                                    

lunes, 26 de octubre de 2015

El Pequeño Azul

Hay sitios especiales.

Escuchaba el nombre de aquel lugar, me sonaba bien, la palabra me gustaba y me imaginaba cómo sería y deseaba conocerlo. Yo nunca había veraneado en la playa, los otros chicos y chicas tenían casa en la playa y hablaban emocionados de sus pandillas con las que año tras año se reencontraban, y yo no. Aquello no era fácil de llevar.

Y llegó el día en el que conocí aquel sitio. No lo recuerdo exactamente pero sí recuerdo aquellos días. Fue con Jazmín, íbamos a casa de unos familiares suyos a pasar fines de semana.

Paseábamos, bajamos a la playa, nos reíamos de todo y también había sus momentos de recogimiento.

En el paseo marítimo, ya al final, lleno de palmeras, recuerdo un atardecer precioso sentadas en unos columpios escuchando con nuestro cassette Philips el Even in the Quietest Moments y el Love Songs. Era invierno. Las dos nos acordamos de aquella tarde, alguna vez lo hemos hablado.


                                                                  
                                                                                       Cortesía de Wode

Después hubo bodas, nacimientos, bodas y nacimientos de seres muy queridos.
Y las salidas con los primeros chicos, chicos educados y sensibles a los que no volvimos a ver pero de los que todavía nos acordamos. Y luego discotecas al aire libre en un verano triste que mi querido amigo Guillermo, al que conocí aquel verano allí, se encargó de suavizar junto con Moh y con Jazmín. L'ets dance. Y olas y rocas, y otras casas, y otros amigos muy queridos, y conciertos deliciosos por la noche en la orilla de la playa, y seres queridos de otras especies, y risas y comidas, y noruegos imaginarios y desconocidos que tendían sus sábanas al sol (previo pago por ello) enfrente de la casa de Silvia.

Nunca nada malo, bueno, tuvimos un accidente de tráfico a los dieciséis del que nos dijeron las personas que acudieron a socorrernos que “habíamos vuelto a nacer”. Hubo suerte, sí. Y también hubo un rato que nos hizo pasar mi loco perrito (al que Moh bautizó así como su primer nombre, y no se equivocó, no). Pues bien, íbamos a una playa en la que se admitían perros Estrella, Cati, Loco y yo, y soltamos a Loco al llegar a la arena ¿y qué hizo él?: pues empezar a correr como si fuera un gamo (era el más rápido del parque y del barrio) y saltar por encima de la gente que dormía o tomaba el sol tumbada sobre su toalla, saltaba por encima de sus cabezas y cuerpos levantando arena por todas partes. Yo, siguiéndole con la mirada y con los pies, cada vez que veía que iba a saltar a alguien le rogaba al cielo en mi interior “que no falle, que no falle, que no se caiga encima de nadie”. Zigzageaba de aquí para allá a la velocidad de las centellas y, por su puesto, no servía para nada llamarle ni ir detrás de él, cosa que yo hacía a la vez que le iba pidiendo perdón a todo el mundo (nadie se enfadó, les estuve infinitamente agradecida). Los saltos fueron completamente limpios, todo un campeón, menos mal. Bueno, pues no contento con eso, cuando conseguimos atraparlo se metió al agua detrás de Caty que se había adentrado donde ya no se hacía pie. Yo no me había dado cuenta, de repente lo eché en falta y lo vi nadando hacia Caty que estaba muy muy lejos y de espaldas a nosotros. Me metí al agua, comencé a llamarla, no me oía, seguía nadando y llamando a Loco y a Caty, y no me oían, y Caty que no se daba la vuelta y Loco cada vez nadaba más lento y más agobiado, y yo seguía nadando y llamándoles y Loco casi parado ya, y ella que no se volvía y yo que no llegaba y, por fin, él llegó hasta Caty y la rozó, y ella pegó un grito del demonio porque no sabía si era una medusa, un pez grande o qué, y allí se vio al pobre Loco delante de ella, y lo tomó, y él continuaba moviendo sus piernas como si siguiera nadando, y lo sacamos del agua y continuaba así, continuó así su tiempo: parecía el conejito de Duracell ¡qué lástimica, ay Señor! Y ya tuvimos bastante playa por ese día (no creo que estuviéramos más de media hora) y nos fuimos de allí, después de reponernos del susto, llevándonos a Loco envuelto graciosísimo en una toalla. ¡La que lió! Me río y suspiro.

En fin, ¿qué tienen algunos sitios que sin pertenecer a ellos la vida te lleva una y otra vez allí? Los seres queridos con los que he compartido tantas cosas no tenían nada que ver lo unos con los otros ni las razones por las que he ido recurrentemente, pero allí hemos vivido, y vivimos. Pues muy curioso y bonito. Y raro.

Ese sitio lo llevo en el alma desde aquella tarde de invierno y desde entonces forma parte de mí o yo parte de él, de aquella tierra y de aquellas aguas.


                                                               
                                                                                           Cortesía de Estrella

Empezó aquel atardecer con Jazmín y continuó y continúa, la última vez con Benito y Wode, pero en esta ocasión fue al amanecer y la banda sonora era una pieza de música clásica cuyo nombre no recuerdo y también Caetano Veloso, como no.






...No sé por qué metí la mano en aquel buzón, ni idea. El caso es que cuando quise sacarla el anillo que llevaba, un anillo que Ninguna me trajo de esos mundos de Dios, se escasquetó y me quedé con que no podía sacar la mano, yo sabía que antes o después saldría de aquello pero ¿cuánto tiempo iba a transcurrir y cómo se iba a resolver? Yo ya nos veía llamando a un cerrajero ...(extraña faena, aunque habrán visto de todo). En fin, Wode estaba dentro, en el patio, y yo fuera, en el exterior: “Wode, no puedo sacar el dedo”. Wode me miró incialmente con preocupación pero en una fracción de segundo estalló en carcajadas. “La estrello, yo la estrello” pensaba yo en mis adentros, “si será canalla..” pero en otra fracción de segundo yo, al verla, estallé también en carcajadas. Y ninguna de las dos podíamos parar, ella dentro y yo fuera. Ya no la estrellaba, al revés. Recuerdo la incomodidad de la risa porque no tenía libertad corporal con aquel dedo metido en el buzón. 
En ésas pasó un familiar de ella, una mujer, y nos vio en aquella situación que, inicialmente, no entendía o más bien no entendía nuestra reacción : “¿Qué pasa?, ¿Qué estáis haciendo?”. Y nosotras no podíamos contar aquello, decíamos frases sueltas entrecortadamente: “Que ha metido el dedo...” sin acabar la frase por la risa. Y ella miraba a Wode y luego me miraba a mi, y no sé lo que pensaría porque su cara era un poema, el caso es que, al final, como asumiendo no sé muy bien qué, dijo: “Vaya pareja”.
Bueno, poco a poco se nos fue pasando el ataque de risa y ya Wode fue a por unas llaves y abrió el buzón por detrás y ya conseguí sacar mi dedo. 

La foto es falsa. Cuando Benito y Silvia volvieron del Este se lo contamos y decidimos inmortalizar el momento, así que es una toma falsa. Ellos también tenían sus cosas que contar.



 

                                                         Deep blue sea de Brian Eno

domingo, 11 de octubre de 2015

Life is a...




Se van”, pensaba yo hace unos meses.
Se han ido. ¿Se han ido?

Wode me dijo: “cuenta algo sobre el trabajo”; en realidad, me invitaba a inventarlo y a hacerlo de otra forma muy diferente. Pero es que yo quiero hablar de ellos.

El trabajo puede ser algo tedioso, alienante y hasta infernal. Sí, ha habido épocas en las que el trabajo era un infierno y épocas en las que se sobrevellevaba, y épocas felices también, sí, ha habido de todo; la verdad es que después de una época anterior de bastante sufrimiento ya estaba bien que llegara la felicidad.

Todo comenzó hace tres años.
Allí estaban, atentos, respetuosos, expectantes.
Recuerdo que nos veíamos a primera hora y daba encanto estar allí.

Al año siguiente volvimos a vernos. Todo lo que les proponía lo recibían con los brazos abiertos, confíaban en mí, se dejaban llevar aunque no eran acríticos, nada de eso.
Y yo intenté no defradudarles demasiado.

Y la cosa fue a más y más, y no paró.




Este año, allá por marzo o abril les dije: “ Es la última primavera que pasamos juntos. Lo digo por todos pero sobre todo por vosotros, que algunos estáis juntos desde niños, así que vamos a disfrutarlo”. “No, no, no digas eso, no....” exclamaban con tristeza pero sonriendo. “Sí, sí, sí lo digo”




Y lo aprovechamos todavía más.
Ya desde el otoño nos juntábamos un rato extra fuera del horario, a solicitud de ellos, para estar juntos y hablar del mundo y de los hombres. Era los miércoles a media mañana en la hora del descanso.Y fue llegando el final.
Recuerdo los miércoles cuando la mañana se acababa  y que nos volvíamos a ver, esta vez de forma obligatoria; estábamos cansados todos y, sin embargo, ellos daban el do de pecho y aquello te animaba a hacerlo lo mejor que supieras.
Me hicieron sentirme útil y también querida. Manifestaban entusiasmo, el mismo que yo también sentía, así que aquello era una espiral magnífica donde nuestras mentes aprendían, porque mientras yo les enseñaba yo también pensaba y aprendía, aquello era cosa de todos. Y las cosas del corazón  también estaban allí: ellos no tenían problemas para decirme cosas preciosas, ni yo tampoco en decírselas a ellos, así que un día, me encontré corazones por todas partes (me sonrío), y a mí que nunca han vuelto loca, pues bien, aquellos me supieron a gloria, y yo también contesté con corazones, claro que sí.




En nuestro último miércoles, en el descanso de aquel miércoles de finales de mayo, yo llegué tarde a la cita; allí se encontraban ellos y otros compañeros míos que se habían sumado a aquella pequeña comunidad. 
  • Hola, perdonad el retraso, ¿de qué va la cosa hoy?¿de qué estáis hablando?
  • Ay, Mariplatónica, estamos hablando sobre la vida.
  • Ahhhh, vaya, vaya.
  • Y, ¿qué habéis dicho?
  • Pues que nos asusta, que estamos agobiados, que ahora mismo la vemos muy complicada.
  • Bueno, las cosas no están fáciles, es verdad, pero ningún tiempo es fácil, y antes o después se sale adelante si uno se empeña, ya saldréis por algún lado, ya veréis.
Y entonces mis compañeros comenzaron a hablar de que los comienzos son difíciles y de todo eso.

Ya no quedaba tiempo, estábamos a punto de reiniciar las clases, entonces me preguntaron:

-¿Y tú, Mariplatonica, que nos dices de la vida, qué dices tú?

Yo me quedé pensando, no sabía qué decirles en ese momento, esperaban algo y entonces me vino a la memoria una frase:

- Pues... yo digo que vais a tener que luchar, que de hecho lo estáis haciendo ya, y que tendréis que competir (aquello me recordó por un momento a una película americana de esas sentimentaloides que echan los domingos por la tarde en la siesta) y que os caeréis y que os levantaréis y que volveréis a caeros, y que os fallarán y que fallaréis, y que os darán ganas de abandonar, y que continuaréis y que se os secará el corazón y así... pero, en medio de todo eso, yo os quiero decir algo que un familiar mío gusta decir de vez en cuando y que me vale y es:  “que la amargura no pueda con el amor...”

Se hizo un silencio largo. ¡Tenían una caritas...! Nos mirábamos, nos sonreíamos y tocó el timbre.

Y la semana acabó, y tiempo después hubo una ceremonia que fue muy graciosa, ésta sí, que se celebró en un salón de actos abarrotado de gente. Se abrió el telón y allí estaban ellos, y detrás de ellos una gran pantalla con fotos y dibujos y cosas de ese tipo y en la esquina superior derecha había unas palabras proyectadas: “que la amargura no pueda más que el amor”

No se han ido, nadie se ha ido: todos teníamos tantas ganas de estar juntos que nos volvimos a ver una noche de septiembre,  y el miércoles pasado, estando yo en el aula enfadada y muy cansada a última hora de la mañana, a la misma hora que les daba clase a ellos, llaman y se abre una puerta, tachín-tachán: allí estaban.

Pues si ahora me dijeran que qué les podría decir de la vida les pondría esta canción:



De 10 CC ya hablaremos otro día, es un grupo fabuloso y tiene una de las canciones más bonitas que he conocido en mi vida.




Y la verdad es que el miércoles por la mañana estaba reventada, con un sueño que me moría y el trabajo me costaba lo indecible pero desde el principio hasta el final fue una mañana preciosa, alegre y feliz.


domingo, 4 de octubre de 2015

WHO

“Conócete a ti mismo”

Menudo rollo.

Cuando leí o escuché por primera vez aquello, que supongo que sería en los tiempos avanzados del instituto, me sonó a grave, a algo muy grave, y me entró fatiga. Era de esas frases, de esas sentencias solemnes, que parecía que había que tomar muy en serio.

Luego la he (hemos) visto mil veces y mil veces  me he quedado pensando “sí, vale, ¿y qué? ¿para qué me dicen esto? ¿por qué tiene uno que conocerse a sí mismo si yo lo que quiero es salir de mí?”

Y, sin embargo, es tarea obligada, y además de fatigante y aburrida (hablo por mí, a los demás igual no se lo parece), pues imposible, imposible al menos de realizar solo: o te ayudan los demás, o te conoces a través del otro, o no hay mucho que hacer, me parece a mí. Además es mucho más divertido y tiene mucho más sentido conocer a los otros: esto es una ley. Sin embargo, parece que nos es inevitable la tarea, lo queramos o no, ahí estamos, no podemos dejar de buscarnos a nosotros mismos porque queremos vivir, vivir con sentido y relacionarnos con los demás, que es una y la misma cosa y por eso no podemos abandonar ni aunque lo deseáramos. Y no estaría mal descansar un tiempecito.

El solipsismo es un horror, menos mal que existen los demás y menos mal que nos podemos comunicar con ellos a través de las miradas, de la piel, de las palabras habladas y escritas, de la risa, de las lágrimas, del arte, del baile y de todas las otras cosas. Y cuando digo los demás no estoy hablando solamente de seres humanos. Robinson Crusoe no lo tuvo que pasar bien, ¡oh, el encuentro con Viernes!
En fin, al final vamos a ser más sociables que insociables y el universo parece que no está tan mal hecho después de todo.

...Cut my hair

Yo elegí esta canción. La elegí como emblema.
No sé muy bien por qué tenía que elegir y por qué fue ésta pero así fue.
Imagino que obedecía a la necesidad que se siente en la adolescencia, y después, aunque quizá no de una forma tan imperiosa o de otra forma, no sé, de tener unas señas de identidad para ti y para los demás, que, como digo, es casi una tautología.

¿Qué me gustaba de ella? Pues su estructura que me rompía los esquemas, su melodía que me inducía a la ensoñación... yo qué sé, y sobre todo, me gustaba eso de “cut my hair”, esa frase suelta. Y no sé ya cómo fue esto, el caso es que un día, bajo esta influencia, me fui a la peluquería y me hice un corte de pelo bastante radical, más radical de los que me solía hacer, y desde entonces,  de vez en cuando se me cruzan los cables y me hago un corte de pelo de ésos en los que cambias del todo y los demás te sienten diferente y tú misma también.

Hace tiempo, años, que no practico el “cut my hair”, a lo mejor es que he encontrado mi identidad, ¡ja, ja, ja!

No sé, no sé...







lunes, 28 de septiembre de 2015

Nº 14

Wode me dijo el otro día: “Ya no escribes ni pones música en el blog".

Estábamos en clase y era por la mañana.
Yo tenía catorce o como mucho quince años recién cumplidos, Jazmín no tendría todavía los quince. Era clase de religión.

El profesor era un cura con un carácter raro, tenía mucha paciencia y algo de mala leche pero parecía buena persona, y digo parecía porque era tan opaco, tan gris, que no sabías a qué atenerte; nosotros éramos malísimos y nos portábamos fatal. Al que era buen alumno le decía: “es usted muy erudito y circunspecto” y al que era mal alumno y follonero le decía “es usted un zurzigulle locuaz”. Estas palabras no se nos olvidarán nunca y todos nos las decíamos los unos a los otros de vez en cuando. El mote que le pusimos no lo digo aquí por respeto pero era bastante absurdo, supongo que era por la cara o yo qué sé por qué. Vestía siempre siempre de marrón, un traje de chaqueta marrón.
Como el hombre ya no sabía que hacer con nosotros para manejarnos (o para soportarnos, pues a pesar de que éramos un grupo académicamente bueno éramos unos bichos), pues nos dividió en dos  y una hora de la semana nos daba clase a la mitad  del grupo y la otra hora a la otra mitad. Sobra decir la fiesta que significó aquello para nosotros: una hora gratis al parque sin que te pongan falta. Biennn!.

Aquel día estábamos todos, tenía que ser vísperas de Semana Santa ahora que lo pienso porque celebrábamos algo especial y la gente se había traído instrumentos y yo qué sé que más.
Bueno, pues a nuestro cura no se le ocurrió otra cosa que hacer una rifa obligatoria, sí, sí, una rifa de la que no te librabas para celebrar lo que fuera y, a tal fin, se trajo objetos variados que iba sorteando; los tenía sobre la mesa y algunos eran más feos que otros, no recuerdo ninguno que me volviera loca. “¿Cuál me tocará? Espero que no sea uno de ésos tan feos, qué ridículo más grande”.

Y pasaban números e iban desapareciendo los regalos. Yo llevaba el número 14, no se me olvidará nunca. Y seguía el sorteo y cada vez quedaban menos objetos hasta que en la mesa sólo quedaban tres o cuatro. Entonces le eché el ojo a uno de ellos de lo feo que era: “que no me toque éste, por favor” me decía yo en mis adentros e imploraba al universo para que fuera así.

Y llegó el momento de aquel objeto: era un cristo, un relieve de metal con un cristo sin melena con una aureola alrededor sobre un fondo azul pálido y triste. El marco era de metal liso, con forma ovoidal, un marco “moderno” y simple pero sin ningún alma que no pegaba nada con aquel espanto. El conjunto era un horror, no era kitsch, era algo más.

Yo, a decir verdad, estaba con mi número entre las manos preparada ya para saltar de la silla e ir a recogerlo porque no albergaba la menor duda, pero ninguna, absolutamente ninguna, de que aquello era para mí, y, efectivamente: “Número 14, ¿quién lo lleva?”
Como digo, yo ya estaba de pie e iba a toda prisa para que aquello pasara lo antes posible, pero no, no sé por qué, no encuentro todavía la razón, pero la clase en pleno se puso a aplaudir, ¡ a aplaudir! Qué cabrones. Entonces yo me puse roja a más no poder, notaba como se iba un color y venía otro y al cura no se le ocurrió decir otra cosa que “callaros, callaros, que se ha emocionado”.¡Lo que me faltaba!! Por si alguien todavía no se había dado cuenta de que me había puesto como un tomate!!!! Bueno, pues no contentos con eso, a mis compañeros se les fue la olla del todo y empezaron a tocar la guitarra, el desvarío ya no podía ir a más, yo recogí aquello entre guitarrazos y palmas y me fui a mi sitio mientras aquel lío continuaba fuera de madre total.
Ay qué risa, que momento más absurdo, ¿por qué malgastaría yo mis dotes de adivinación -si es que tenía alguna- en aquello? Ay, Dios mío, un momento surrealista pero de los pocos, y de los que mejor recuerdo, de aquellos años de instituto, y, en el fondo, un buen momento, aunque no sabría decir por qué. 

 El marco lo reutilicé colocando una foto, el relieve sobre fondo azul todavía lo conservo en alguna parte y me aparece de vez en cuando...

Pues lo he buscado y lo he encontrado, sorpresa. Y estaba con su marco, más sorpresa todavía; debí considerar seriamente restituir el orden inicial sin ya acordarme de ello. ¿Por qué?




Pues ahora que lo miro, la cara del cristo no me parece tan fea, hasta le encuentro algo... pero el conjunto...

Bueno, la canción de hoy es la canción que más me gustaba del mundo por aquellos entonces, cosa que Jazmín me recordó no hace mucho de una forma preciosa.










miércoles, 24 de junio de 2015

Figuritas

Hace un mes o dos estaba trabajando y oyendo música de fondo (y no tan de fondo porque muchas veces le termino - y empiezo- haciendo más caso a la música que al trabajo), pues bien, sonó una canción de un disco que escuchaba allá por los primeros 2000 que me gustaba mucho. No es un disco deslumbrante pero conforme lo iba conociendo más, más me iba calando, calando como una lluvia fina. En fin, el disco es muy beatle, no, es muy mccartney, y no sé qué canción poner porque hay varias magníficas y conforme van sonando te van haciendo dudar de la anterior. Bueno, pues ésta por ejemplo:
 


  
Y hoy, trabajando también y oyendo música de fondo también (esta vez de youtube), me he puesto a Sondre, y ha vuelto a aparecer una canción preciosa que me ha vuelto a recordar a John Lennon: “¡si será John Lennon en esta canción!”, “¡vaya con Sondre!”, he pensado.










viernes, 19 de junio de 2015

Otra parte

Cuando escucho este disco o el Wish you were here, mi cabeza o lo que sea se traslada sencillamente a otra parte.



 
Y siempre ha sido así.





martes, 16 de junio de 2015

Agua

 


Como no somos ríos podemos volvernos atrás”

Hace un año o por ahí fue todo un alivio escucharlo cuando un compañero, en una aburrida reunión de trabajo, exclamó esa sentencia a propósito de una medida que íbamos a tomar.

-¿De quién es la cita de los ríos del otro día? acabé preguntándole algún tiempo después.
- De Jorge Manrique
- Ahhh!

¡Cómo no!” pensé para mis adentros.
Jorge Manrique me encantó en los tiempos del colegio, allá a los nueve o diez años, me chiflaba.
Ríos, el tiempo, la vida...

Hoy lo ha vuelto a decir, la reunión de hoy ha sido mortífera, tres horas de obcecación. Y otra vez ese pensamiento ha vuelto a desatascar el embrollo que teníamos.

Ese pensamiento me gusta; me gusta porque es liberador: si uno se da cuenta de que una forma de actuar no le llevaba a donde quería, pues da marcha atrás y ensaya otra forma, y otra, y así hasta llegar a donde quiere; en definitiva, desbloquea la mente permitiendo la acción y con ello el avance. No está mal.

Bueno, pues “como no somos ríos” volvemos atrás y volvemos precisamente al agua, a los ríos y a los mares, y, de paso, a una poesía muy “manriquiana” que se me ocurrió de niña.

La poesía me parece un género difícilisimo, el más difícil de todos.
Creo que se puede intentar hacer un ensayo en condiciones más o menos. Es verdad que tampoco es fácil porque hay que tener información bien comprendida, espíritu crítico, pensamiento propio, originalidad y capacidad de análisis y también de síntesis, así que fácil no es, pero es un ejercicio racional y por lo tanto se puede intentar; y en menor medida, en mucha menor medida, pues cabe plantearse la posibilidad de escribir relatos más o menos largos, y obras de teatro (que ya empieza a complicarse la cosa bastante)... Bueno.
Pero, ¿escribir poesía? Puf, eso es otra cosa porque no es racional aunque tampoco sea irracional, no sé cómo explicarlo, requiere dosis de ambas cosas y de emociones auténticas y de un dominio sin huecos del lenguaje y, sobre todo, de un talento perceptivo (lo llamo yo), además de talento para plasmarlo, de talento para comunicarlo, de talento de efluvios, se me ocurre ahora (no sé si es una tontería o algo peor). En fin, algo así me parece. Puf, muy difícil.
Así que no te puedes poner a escribir poesías: “venga, voy a sentarme y voy a escribir un poema”, me parece que no. Por eso, creo yo, se puede soportar una novela mala, si tiene alguna sustancia por algún lado, o un mal ensayo, o un drama mediocre, se pueden soportar más o menos, pero una poesía mala no, eso es insufrible, no tiene ningún fuste, se te queda la cara de tonta.

Desde luego la poesía no es lo mío, pero a esas edades, de niña, escribí alguna que otra. Antes me las sabía de memoria, ahora ya no me acuerdo, por ahí andarán, no sé dónde, no aparecen, pero sí que me acuerdo de dos.

Una trataba sobre el mañana, y la reflexión acababa con un espíritu muy positivo, como yo ya intuía o sabía que había que acabar, porque eso era lo que se esperaba -y yo lo sabía- y porque yo era, definitivamente, también así. Pues vale.
Pero luego había una segunda parte en la poesía, que ésa sí que no tenía ningún desperdicio; esa segunda parte era un auténco salto conceptual - por decirlo con suavidad-, de manera que sin venir a cuento me puse a hablar de los ríos, lo mejor de todo es que decía “ … “y hablando de ríos, el Duero la palma se lleva....” ¡Ja, ja, ja! Allí nadie hablaba de ríos, los ríos no tenían nada que ver con lo anterior, allí sólo hablaba de ríos la empanada de mi cabeza, la empanada que se había formado en mi cabeza con los poemas y demás textos que nos teníamos que aprender de memoria en el colegio sobre árboles, mares, ríos, casas, piratas, patrias, etc. etc. ¡A mí qué me importaba el Duero!, ¿qué tenía yo que ver con el Duero? Y no solamente eso, es que luego acababa ¡hablando de la patria! Ja, ja, ja.. Y recuerdo leérselas a Ninguna en el colegio y a Moh en la temprana juventud, y la atención y la ternura que pusieron, y las risas y las sonrisas.

Y recuerdo también que en mi casa las había dado a conocer y las recitaba, y que mi padre un día se las copió -con un letra preciosa- y se las metió en su cartera y se las llevó a su trabajo para enseñárselas a sus compañeros y amigos.
Qué voy a decir...

Bueno, pues aquí va mi “primer poema”; éste debí escribirlo con unos seís o siete años o así, no sé, porque un día no hace mucho apareció entre las cosas de Estrella (Estrella que tantos poemas me leía y me lee) y vimos la fecha, que ya se me ha olvidado.
Aviso a navegantes:

Soy marinero,
soy del mar,
soy de la tierra,
pero más del mar.




Bueno, no es cierto que no me importe el Duero; aquello de...

Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja
nadie quiere oír
tu eterna estrofa de agua.
...me conmueve.

¡Y no digamos la canción de Serrat!

 


Me gusta el agua, me gusta mucho el agua.


miércoles, 10 de junio de 2015

Las alas de los pájaros

Es que tienes muchos pájaros en la cabeza

Pufff!!!! Qué cansino!!!!
Incluso algo más que cansino, bastante más.

Eso es lo que he oído decenas de veces desde que existo. Respecto a mí o a quien sea.

Sí sí, si será verdad.
Vale, es por tu bien, para que no sueñes con lo imposible.

La cuestión está en definir “lo imposible”.
Y también en quien lo defina.

Hay gente que tiene muy pocos pájaros en la cabeza, muy bien, para ellos está muy bien.
Pero para los que soñamos, no.
Y tan imposible es para el soñador ser otro como para el realista tener pájaros en la cabeza.

El tejido de la realidad también está hecho de sueños ¿o no?

Soñar o no soñar, real o no real, posible o no posible, esa es la cuestión (perdón por la pedantería pero me apetecía ponerlo así), esa es la cuestión o las varias cuestiones que se entrelazan, que están entrelazadas de hecho en la realidad. Es muy raro, pero me parece que es así, es decir, lo que tú piensas puede o no convertirse en realidad, se mezcla tu pensamiento con los hechos reales. Esto que digo es obvio pero no deja de ser un misterio.
A lo mejor los físicos nos lo explican.

Pues quien no tiene pájaros en la cabeza no vuela” me parece a mí, o no todo lo que quizá pudiera.

¿Y no es verdad que tenemos aviones? Pues no los inventó el que no tenía pájaros en la cabeza.

Bueno, “cada uno es como es”, no sobra nadie.


                                       
                                                                                      
                                            Se llama Birdland y el grupo es Weather Report

                                           
                                          



lunes, 8 de junio de 2015

Adiós mi río... (con palmas)

Estos días estoy un poco tontucia y hasta algo metafísica, lo que no se entiende muy bien, porque lo uno conlleva, además de otras cosas, aturdimiento o algo parecido, y lo otro algo de lucidez, digo yo. ¿?

Estar tontucio o tontucia”, buena expresión, me resulta simpática.

Bueno, pues aquí una canción que espabila, alegre, de ésas que en un momento u otro, en una frase u otra, te tienes que poner a cantarla, y que luego, cuando hace un rato que la has escuchado, y hasta el día siguiente incluso, te sorprendes cantándola donde quiera que estés.

Retomamos las cosas.
Ketama.
De Ketama nos vamos a Pata Negra, al Blues de la frontera, que sigue siendo una joya.
En el disco hay canciones preciosas, algunas letras con versos verdaderamente bellos, pero hay una canción por la que yo siento debilidad, se trata de Calle Betis, que tiene algo que, a mí así me lo parece, desbarata:

Y el río le dice a Sevilla,
Y el río le dice a Sevilla:
Y ay, si te cojo en Sanlúcar
Borracha de manzanilla,
Borracha de manzanilla,
Borracha de manzanilla.

Y en Sanlúcar no puedo,
Pero en Triana
Me emborracho contigo
Toa la mañana,
Toa la mañana,
Toa la mañana.


Adiós mi río,
Adiós mi río,
Vete a Sanlúcar y vuelve
Cariño mío.

Adiós mi río,
Adiós mi río,
Vete a Sanlúcar y vuelve,
Cariño mío.


Sevilla le dice al río
Sevilla le dice al río
Tráeme del mar una ola
Pa volantes del vestío,
Pa volantes del vestío,
Pa volantes del vestío.


Si tú quieres una ola
Yo te la traigo,
Pero si tú me prometes
Estarme esperando,
Estarme esperando,
Estarme esperando.


Adiós mi río,
Adiós mi río,
Vete a Sanlúcar y vuelve,
Cariño mío...


Ay, ay, ay, ¡ pero qué cosas tan bonitas!







domingo, 31 de mayo de 2015

Fuerzas suaves

La cosa va de asociación de ideas. 

Se trata de Ohio otra vez, así que continuamos allí un poco más; yo creo que merece la pena.
Bueno, esta canción “ohiana” de Nilsson y Newman es delicada y de lo más bonita, y muy corta.
   



Y este otro tema también tiene que ver con la facultad de la imaginación y sus leyes (fuerzas suaves) y con la memoria, claro, esa señora tan importante.