Mariplatónica desde 1996 y antes

He conseguido ser de muchos pocos como decían mi padre y mi abuela

lunes, 26 de octubre de 2015

El Pequeño Azul

Hay sitios especiales.

Escuchaba el nombre de aquel lugar, me sonaba bien, la palabra me gustaba y me imaginaba cómo sería y deseaba conocerlo. Yo nunca había veraneado en la playa, los otros chicos y chicas tenían casa en la playa y hablaban emocionados de sus pandillas con las que año tras año se reencontraban, y yo no. Aquello no era fácil de llevar.

Y llegó el día en el que conocí aquel sitio. No lo recuerdo exactamente pero sí recuerdo aquellos días. Fue con Jazmín, íbamos a casa de unos familiares suyos a pasar fines de semana.

Paseábamos, bajamos a la playa, nos reíamos de todo y también había sus momentos de recogimiento.

En el paseo marítimo, ya al final, lleno de palmeras, recuerdo un atardecer precioso sentadas en unos columpios escuchando con nuestro cassette Philips el Even in the Quietest Moments y el Love Songs. Era invierno. Las dos nos acordamos de aquella tarde, alguna vez lo hemos hablado.


                                                                  
                                                                                       Cortesía de Wode

Después hubo bodas, nacimientos, bodas y nacimientos de seres muy queridos.
Y las salidas con los primeros chicos, chicos educados y sensibles a los que no volvimos a ver pero de los que todavía nos acordamos. Y luego discotecas al aire libre en un verano triste que mi querido amigo Guillermo, al que conocí aquel verano allí, se encargó de suavizar junto con Moh y con Jazmín. L'ets dance. Y olas y rocas, y otras casas, y otros amigos muy queridos, y conciertos deliciosos por la noche en la orilla de la playa, y seres queridos de otras especies, y risas y comidas, y noruegos imaginarios y desconocidos que tendían sus sábanas al sol (previo pago por ello) enfrente de la casa de Silvia.

Nunca nada malo, bueno, tuvimos un accidente de tráfico a los dieciséis del que nos dijeron las personas que acudieron a socorrernos que “habíamos vuelto a nacer”. Hubo suerte, sí. Y también hubo un rato que nos hizo pasar mi loco perrito (al que Moh bautizó así como su primer nombre, y no se equivocó, no). Pues bien, íbamos a una playa en la que se admitían perros Estrella, Cati, Loco y yo, y soltamos a Loco al llegar a la arena ¿y qué hizo él?: pues empezar a correr como si fuera un gamo (era el más rápido del parque y del barrio) y saltar por encima de la gente que dormía o tomaba el sol tumbada sobre su toalla, saltaba por encima de sus cabezas y cuerpos levantando arena por todas partes. Yo, siguiéndole con la mirada y con los pies, cada vez que veía que iba a saltar a alguien le rogaba al cielo en mi interior “que no falle, que no falle, que no se caiga encima de nadie”. Zigzageaba de aquí para allá a la velocidad de las centellas y, por su puesto, no servía para nada llamarle ni ir detrás de él, cosa que yo hacía a la vez que le iba pidiendo perdón a todo el mundo (nadie se enfadó, les estuve infinitamente agradecida). Los saltos fueron completamente limpios, todo un campeón, menos mal. Bueno, pues no contento con eso, cuando conseguimos atraparlo se metió al agua detrás de Caty que se había adentrado donde ya no se hacía pie. Yo no me había dado cuenta, de repente lo eché en falta y lo vi nadando hacia Caty que estaba muy muy lejos y de espaldas a nosotros. Me metí al agua, comencé a llamarla, no me oía, seguía nadando y llamando a Loco y a Caty, y no me oían, y Caty que no se daba la vuelta y Loco cada vez nadaba más lento y más agobiado, y yo seguía nadando y llamándoles y Loco casi parado ya, y ella que no se volvía y yo que no llegaba y, por fin, él llegó hasta Caty y la rozó, y ella pegó un grito del demonio porque no sabía si era una medusa, un pez grande o qué, y allí se vio al pobre Loco delante de ella, y lo tomó, y él continuaba moviendo sus piernas como si siguiera nadando, y lo sacamos del agua y continuaba así, continuó así su tiempo: parecía el conejito de Duracell ¡qué lástimica, ay Señor! Y ya tuvimos bastante playa por ese día (no creo que estuviéramos más de media hora) y nos fuimos de allí, después de reponernos del susto, llevándonos a Loco envuelto graciosísimo en una toalla. ¡La que lió! Me río y suspiro.

En fin, ¿qué tienen algunos sitios que sin pertenecer a ellos la vida te lleva una y otra vez allí? Los seres queridos con los que he compartido tantas cosas no tenían nada que ver lo unos con los otros ni las razones por las que he ido recurrentemente, pero allí hemos vivido, y vivimos. Pues muy curioso y bonito. Y raro.

Ese sitio lo llevo en el alma desde aquella tarde de invierno y desde entonces forma parte de mí o yo parte de él, de aquella tierra y de aquellas aguas.


                                                               
                                                                                           Cortesía de Estrella

Empezó aquel atardecer con Jazmín y continuó y continúa, la última vez con Benito y Wode, pero en esta ocasión fue al amanecer y la banda sonora era una pieza de música clásica cuyo nombre no recuerdo y también Caetano Veloso, como no.






...No sé por qué metí la mano en aquel buzón, ni idea. El caso es que cuando quise sacarla el anillo que llevaba, un anillo que Ninguna me trajo de esos mundos de Dios, se escasquetó y me quedé con que no podía sacar la mano, yo sabía que antes o después saldría de aquello pero ¿cuánto tiempo iba a transcurrir y cómo se iba a resolver? Yo ya nos veía llamando a un cerrajero ...(extraña faena, aunque habrán visto de todo). En fin, Wode estaba dentro, en el patio, y yo fuera, en el exterior: “Wode, no puedo sacar el dedo”. Wode me miró incialmente con preocupación pero en una fracción de segundo estalló en carcajadas. “La estrello, yo la estrello” pensaba yo en mis adentros, “si será canalla..” pero en otra fracción de segundo yo, al verla, estallé también en carcajadas. Y ninguna de las dos podíamos parar, ella dentro y yo fuera. Ya no la estrellaba, al revés. Recuerdo la incomodidad de la risa porque no tenía libertad corporal con aquel dedo metido en el buzón. 
En ésas pasó un familiar de ella, una mujer, y nos vio en aquella situación que, inicialmente, no entendía o más bien no entendía nuestra reacción : “¿Qué pasa?, ¿Qué estáis haciendo?”. Y nosotras no podíamos contar aquello, decíamos frases sueltas entrecortadamente: “Que ha metido el dedo...” sin acabar la frase por la risa. Y ella miraba a Wode y luego me miraba a mi, y no sé lo que pensaría porque su cara era un poema, el caso es que, al final, como asumiendo no sé muy bien qué, dijo: “Vaya pareja”.
Bueno, poco a poco se nos fue pasando el ataque de risa y ya Wode fue a por unas llaves y abrió el buzón por detrás y ya conseguí sacar mi dedo. 

La foto es falsa. Cuando Benito y Silvia volvieron del Este se lo contamos y decidimos inmortalizar el momento, así que es una toma falsa. Ellos también tenían sus cosas que contar.



 

                                                         Deep blue sea de Brian Eno

domingo, 11 de octubre de 2015

Life is a...




Se van”, pensaba yo hace unos meses.
Se han ido. ¿Se han ido?

Wode me dijo: “cuenta algo sobre el trabajo”; en realidad, me invitaba a inventarlo y a hacerlo de otra forma muy diferente. Pero es que yo quiero hablar de ellos.

El trabajo puede ser algo tedioso, alienante y hasta infernal. Sí, ha habido épocas en las que el trabajo era un infierno y épocas en las que se sobrevellevaba, y épocas felices también, sí, ha habido de todo; la verdad es que después de una época anterior de bastante sufrimiento ya estaba bien que llegara la felicidad.

Todo comenzó hace tres años.
Allí estaban, atentos, respetuosos, expectantes.
Recuerdo que nos veíamos a primera hora y daba encanto estar allí.

Al año siguiente volvimos a vernos. Todo lo que les proponía lo recibían con los brazos abiertos, confíaban en mí, se dejaban llevar aunque no eran acríticos, nada de eso.
Y yo intenté no defradudarles demasiado.

Y la cosa fue a más y más, y no paró.




Este año, allá por marzo o abril les dije: “ Es la última primavera que pasamos juntos. Lo digo por todos pero sobre todo por vosotros, que algunos estáis juntos desde niños, así que vamos a disfrutarlo”. “No, no, no digas eso, no....” exclamaban con tristeza pero sonriendo. “Sí, sí, sí lo digo”




Y lo aprovechamos todavía más.
Ya desde el otoño nos juntábamos un rato extra fuera del horario, a solicitud de ellos, para estar juntos y hablar del mundo y de los hombres. Era los miércoles a media mañana en la hora del descanso.Y fue llegando el final.
Recuerdo los miércoles cuando la mañana se acababa  y que nos volvíamos a ver, esta vez de forma obligatoria; estábamos cansados todos y, sin embargo, ellos daban el do de pecho y aquello te animaba a hacerlo lo mejor que supieras.
Me hicieron sentirme útil y también querida. Manifestaban entusiasmo, el mismo que yo también sentía, así que aquello era una espiral magnífica donde nuestras mentes aprendían, porque mientras yo les enseñaba yo también pensaba y aprendía, aquello era cosa de todos. Y las cosas del corazón  también estaban allí: ellos no tenían problemas para decirme cosas preciosas, ni yo tampoco en decírselas a ellos, así que un día, me encontré corazones por todas partes (me sonrío), y a mí que nunca han vuelto loca, pues bien, aquellos me supieron a gloria, y yo también contesté con corazones, claro que sí.




En nuestro último miércoles, en el descanso de aquel miércoles de finales de mayo, yo llegué tarde a la cita; allí se encontraban ellos y otros compañeros míos que se habían sumado a aquella pequeña comunidad. 
  • Hola, perdonad el retraso, ¿de qué va la cosa hoy?¿de qué estáis hablando?
  • Ay, Mariplatónica, estamos hablando sobre la vida.
  • Ahhhh, vaya, vaya.
  • Y, ¿qué habéis dicho?
  • Pues que nos asusta, que estamos agobiados, que ahora mismo la vemos muy complicada.
  • Bueno, las cosas no están fáciles, es verdad, pero ningún tiempo es fácil, y antes o después se sale adelante si uno se empeña, ya saldréis por algún lado, ya veréis.
Y entonces mis compañeros comenzaron a hablar de que los comienzos son difíciles y de todo eso.

Ya no quedaba tiempo, estábamos a punto de reiniciar las clases, entonces me preguntaron:

-¿Y tú, Mariplatonica, que nos dices de la vida, qué dices tú?

Yo me quedé pensando, no sabía qué decirles en ese momento, esperaban algo y entonces me vino a la memoria una frase:

- Pues... yo digo que vais a tener que luchar, que de hecho lo estáis haciendo ya, y que tendréis que competir (aquello me recordó por un momento a una película americana de esas sentimentaloides que echan los domingos por la tarde en la siesta) y que os caeréis y que os levantaréis y que volveréis a caeros, y que os fallarán y que fallaréis, y que os darán ganas de abandonar, y que continuaréis y que se os secará el corazón y así... pero, en medio de todo eso, yo os quiero decir algo que un familiar mío gusta decir de vez en cuando y que me vale y es:  “que la amargura no pueda con el amor...”

Se hizo un silencio largo. ¡Tenían una caritas...! Nos mirábamos, nos sonreíamos y tocó el timbre.

Y la semana acabó, y tiempo después hubo una ceremonia que fue muy graciosa, ésta sí, que se celebró en un salón de actos abarrotado de gente. Se abrió el telón y allí estaban ellos, y detrás de ellos una gran pantalla con fotos y dibujos y cosas de ese tipo y en la esquina superior derecha había unas palabras proyectadas: “que la amargura no pueda más que el amor”

No se han ido, nadie se ha ido: todos teníamos tantas ganas de estar juntos que nos volvimos a ver una noche de septiembre,  y el miércoles pasado, estando yo en el aula enfadada y muy cansada a última hora de la mañana, a la misma hora que les daba clase a ellos, llaman y se abre una puerta, tachín-tachán: allí estaban.

Pues si ahora me dijeran que qué les podría decir de la vida les pondría esta canción:



De 10 CC ya hablaremos otro día, es un grupo fabuloso y tiene una de las canciones más bonitas que he conocido en mi vida.




Y la verdad es que el miércoles por la mañana estaba reventada, con un sueño que me moría y el trabajo me costaba lo indecible pero desde el principio hasta el final fue una mañana preciosa, alegre y feliz.


domingo, 4 de octubre de 2015

WHO

“Conócete a ti mismo”

Menudo rollo.

Cuando leí o escuché por primera vez aquello, que supongo que sería en los tiempos avanzados del instituto, me sonó a grave, a algo muy grave, y me entró fatiga. Era de esas frases, de esas sentencias solemnes, que parecía que había que tomar muy en serio.

Luego la he (hemos) visto mil veces y mil veces  me he quedado pensando “sí, vale, ¿y qué? ¿para qué me dicen esto? ¿por qué tiene uno que conocerse a sí mismo si yo lo que quiero es salir de mí?”

Y, sin embargo, es tarea obligada, y además de fatigante y aburrida (hablo por mí, a los demás igual no se lo parece), pues imposible, imposible al menos de realizar solo: o te ayudan los demás, o te conoces a través del otro, o no hay mucho que hacer, me parece a mí. Además es mucho más divertido y tiene mucho más sentido conocer a los otros: esto es una ley. Sin embargo, parece que nos es inevitable la tarea, lo queramos o no, ahí estamos, no podemos dejar de buscarnos a nosotros mismos porque queremos vivir, vivir con sentido y relacionarnos con los demás, que es una y la misma cosa y por eso no podemos abandonar ni aunque lo deseáramos. Y no estaría mal descansar un tiempecito.

El solipsismo es un horror, menos mal que existen los demás y menos mal que nos podemos comunicar con ellos a través de las miradas, de la piel, de las palabras habladas y escritas, de la risa, de las lágrimas, del arte, del baile y de todas las otras cosas. Y cuando digo los demás no estoy hablando solamente de seres humanos. Robinson Crusoe no lo tuvo que pasar bien, ¡oh, el encuentro con Viernes!
En fin, al final vamos a ser más sociables que insociables y el universo parece que no está tan mal hecho después de todo.

...Cut my hair

Yo elegí esta canción. La elegí como emblema.
No sé muy bien por qué tenía que elegir y por qué fue ésta pero así fue.
Imagino que obedecía a la necesidad que se siente en la adolescencia, y después, aunque quizá no de una forma tan imperiosa o de otra forma, no sé, de tener unas señas de identidad para ti y para los demás, que, como digo, es casi una tautología.

¿Qué me gustaba de ella? Pues su estructura que me rompía los esquemas, su melodía que me inducía a la ensoñación... yo qué sé, y sobre todo, me gustaba eso de “cut my hair”, esa frase suelta. Y no sé ya cómo fue esto, el caso es que un día, bajo esta influencia, me fui a la peluquería y me hice un corte de pelo bastante radical, más radical de los que me solía hacer, y desde entonces,  de vez en cuando se me cruzan los cables y me hago un corte de pelo de ésos en los que cambias del todo y los demás te sienten diferente y tú misma también.

Hace tiempo, años, que no practico el “cut my hair”, a lo mejor es que he encontrado mi identidad, ¡ja, ja, ja!

No sé, no sé...