Mariplatónica desde 1996 y antes

He conseguido ser de muchos pocos como decían mi padre y mi abuela

lunes, 28 de septiembre de 2015

Nº 14

Wode me dijo el otro día: “Ya no escribes ni pones música en el blog".

Estábamos en clase y era por la mañana.
Yo tenía catorce o como mucho quince años recién cumplidos, Jazmín no tendría todavía los quince. Era clase de religión.

El profesor era un cura con un carácter raro, tenía mucha paciencia y algo de mala leche pero parecía buena persona, y digo parecía porque era tan opaco, tan gris, que no sabías a qué atenerte; nosotros éramos malísimos y nos portábamos fatal. Al que era buen alumno le decía: “es usted muy erudito y circunspecto” y al que era mal alumno y follonero le decía “es usted un zurzigulle locuaz”. Estas palabras no se nos olvidarán nunca y todos nos las decíamos los unos a los otros de vez en cuando. El mote que le pusimos no lo digo aquí por respeto pero era bastante absurdo, supongo que era por la cara o yo qué sé por qué. Vestía siempre siempre de marrón, un traje de chaqueta marrón.
Como el hombre ya no sabía que hacer con nosotros para manejarnos (o para soportarnos, pues a pesar de que éramos un grupo académicamente bueno éramos unos bichos), pues nos dividió en dos  y una hora de la semana nos daba clase a la mitad  del grupo y la otra hora a la otra mitad. Sobra decir la fiesta que significó aquello para nosotros: una hora gratis al parque sin que te pongan falta. Biennn!.

Aquel día estábamos todos, tenía que ser vísperas de Semana Santa ahora que lo pienso porque celebrábamos algo especial y la gente se había traído instrumentos y yo qué sé que más.
Bueno, pues a nuestro cura no se le ocurrió otra cosa que hacer una rifa obligatoria, sí, sí, una rifa de la que no te librabas para celebrar lo que fuera y, a tal fin, se trajo objetos variados que iba sorteando; los tenía sobre la mesa y algunos eran más feos que otros, no recuerdo ninguno que me volviera loca. “¿Cuál me tocará? Espero que no sea uno de ésos tan feos, qué ridículo más grande”.

Y pasaban números e iban desapareciendo los regalos. Yo llevaba el número 14, no se me olvidará nunca. Y seguía el sorteo y cada vez quedaban menos objetos hasta que en la mesa sólo quedaban tres o cuatro. Entonces le eché el ojo a uno de ellos de lo feo que era: “que no me toque éste, por favor” me decía yo en mis adentros e imploraba al universo para que fuera así.

Y llegó el momento de aquel objeto: era un cristo, un relieve de metal con un cristo sin melena con una aureola alrededor sobre un fondo azul pálido y triste. El marco era de metal liso, con forma ovoidal, un marco “moderno” y simple pero sin ningún alma que no pegaba nada con aquel espanto. El conjunto era un horror, no era kitsch, era algo más.

Yo, a decir verdad, estaba con mi número entre las manos preparada ya para saltar de la silla e ir a recogerlo porque no albergaba la menor duda, pero ninguna, absolutamente ninguna, de que aquello era para mí, y, efectivamente: “Número 14, ¿quién lo lleva?”
Como digo, yo ya estaba de pie e iba a toda prisa para que aquello pasara lo antes posible, pero no, no sé por qué, no encuentro todavía la razón, pero la clase en pleno se puso a aplaudir, ¡ a aplaudir! Qué cabrones. Entonces yo me puse roja a más no poder, notaba como se iba un color y venía otro y al cura no se le ocurrió decir otra cosa que “callaros, callaros, que se ha emocionado”.¡Lo que me faltaba!! Por si alguien todavía no se había dado cuenta de que me había puesto como un tomate!!!! Bueno, pues no contentos con eso, a mis compañeros se les fue la olla del todo y empezaron a tocar la guitarra, el desvarío ya no podía ir a más, yo recogí aquello entre guitarrazos y palmas y me fui a mi sitio mientras aquel lío continuaba fuera de madre total.
Ay qué risa, que momento más absurdo, ¿por qué malgastaría yo mis dotes de adivinación -si es que tenía alguna- en aquello? Ay, Dios mío, un momento surrealista pero de los pocos, y de los que mejor recuerdo, de aquellos años de instituto, y, en el fondo, un buen momento, aunque no sabría decir por qué. 

 El marco lo reutilicé colocando una foto, el relieve sobre fondo azul todavía lo conservo en alguna parte y me aparece de vez en cuando...

Pues lo he buscado y lo he encontrado, sorpresa. Y estaba con su marco, más sorpresa todavía; debí considerar seriamente restituir el orden inicial sin ya acordarme de ello. ¿Por qué?




Pues ahora que lo miro, la cara del cristo no me parece tan fea, hasta le encuentro algo... pero el conjunto...

Bueno, la canción de hoy es la canción que más me gustaba del mundo por aquellos entonces, cosa que Jazmín me recordó no hace mucho de una forma preciosa.