Mariplatónica desde 1996 y antes

He conseguido ser de muchos pocos como decían mi padre y mi abuela

jueves, 12 de noviembre de 2015

Esa luz y todo eso

De vez en cuando me acuerdo de un momento peculiar: un momento entre la tele y yo.

Yo debía tener unos veintidós o veintitrés años, no sé, quizá alguno menos pero no más.
Estaba en casa de mis padres, en el salón, y estudiaba algo, no sé qué materia pero sé que preparaba algún examen; como me aburría con el silencio de la estancia y no debía tener demasiadas ganas de estudiar pues me puse la tele para que aquello me fuera más liviano. Estaban echando un partido de fúbol, era la Copa de América, y o jugaba Brasil o se jugaba en Brasil, no me acuerdo, pero Brasil tenía que ver.

A mí ya me gustaba Brasil desde pequeña, desde muy niña, y eso era así porque mis hermanos mayores tenían un par de discos de Astrud Gilberto y los ponían mucho, y a todos nos gustaban un montón, así que cuando sonaba nadie decía de quitarlo ni de poner otra cosa: unanimidad total.
Aquella música era una delicia y a mí me trasportaba no sé a dónde porque tenía mucha imaginación y porque leía, entre otras cosas, enciclopedias (una enciclopedia alemana magnífica con unas tapas azul turquesa preciosas) y un gran libro con tapas muy gruesas, “Las maravillas del mundo”, que me hacía soñar con esos mundos de Dios (recuerdo las fotos de Río de Janeiro y de Brasilia).
Pues lo único que me faltaba era la música, y también estaba.
Recuerdo también que en la pubertad se me ocurrió establecer correspondencia con chicos y chicas de otros países, y uno de ellos era un chico brasileño que vivía en Sao Paulo, y me contaba cosas de allí y me mandaba sellos, que por entonces me dio por coleccionar aunque esa colección nunca prosperó: hay que tener mucha paciencia y verdaderamente mucho interés para ser coleccionista de lo que sea.

Pues como decía antes, estudiaba viendo aquel partido que se jugaba en una franja horaria distinta, no sé cuántas horas de diferencia habría, el caso es que una de las veces que levanté los ojos de los apuntes y miré la tele, vi a los jugadores corriendo detrás del balón y la hierba tenía un color precioso, y entonces vi que es que había una luz fabulosa que no conocía: yo no había visto nunca aquella luz. Y me quedé perpleja ante esa belleza, no podía quitar los ojos de la pantalla. Era de una belleza incontestable.
Entonces, entonces tuve un pensamiento o una emoción o las dos cosas que casi me turbó, no, sin casi, me turbó: me di cuenta, me sorprendí a mí misma diciéndome que si alguna vez fuera a un sitio con esa luz, a Brasil, pues que “se me iría la cabeza”, que allí yo sería otra. 
¡Qué cosas!
 
En aquella época la vida era oprimente, con sus luces y con sus sombras, auque ahora, desde la distancia, se percibe más el resplandor.
 
No he ido a Brasil. Hace mucho tiempo que sé que el viaje a Brasil sería un viaje turístico, aunque no un viaje cualquiera, eso tampoco.
No sé si iré o no. Si voy, estará bien, habrá que ver cómo es realmente su luz, no niego que esto me gustaría, y si no voy, también estará bien porque Brasil ya cumplió su papel.
Con el tiempo me he dado cuenta, quizá es algo muy obvio, pero yo me he dado cuenta a lo largo del tiempo y del espacio de que cada sitio tiene una luz.
Eso es lo que me gusta de estar en los sitios, de las personas, y también de la vida: la luz.

El disco era Beach-Samba.



                                       
                                        


Bola extra: dejo aquí esta maravilla.





Y digo yo, ¿fue la luz o fue la música? 
  


                                                               Leivinha haciendo un chilena


viernes, 6 de noviembre de 2015

Earth

Esta canción es una felicidad; la conozco años y cuando suena en mi MP3 me alegra todas las células del cuerpo. Al principio no le presté atención a la letra, luego me di cuenta de que era una canción religiosa y me quedé contrariada: “pero, ¿es que soy tonta? ¡Qué más da!!!”, me dije a mí misma. Y me pareció igual o más bonita.

Save me. ¿Quién no quiere ser salvado? ¿Quién no quiere que salven a los suyos?

Adoro a Paddy McAloon, el alma de Prefab Sprout. En el 2013 sacó un disco y leí una entrevista a propósito de ello; en ella contaba que había estado enfermo y que por las noches se despertaba sobresaltado sintiendo que tenía todavía muchas cosas que hacer, muchas canciones por sacar, muchos proyectos. Y no sabía si iba a poder hacerlos. Y luego salió adelante de aquello y sacó el disco. Lo que yo leí en aquella entrevista me pareció un ejemplo de valentía y humanidad.

Bueno, pues aquí una de sus canciones; tiene muchas maravillosas.