Mariplatónica desde 1996 y antes

He conseguido ser de muchos pocos como decían mi padre y mi abuela

martes, 16 de febrero de 2016

23 23

Quedamos en la cafetería del centro comercial.
La busqué por todas partes y le di dos vueltas a aquello.  
  • ¿Dónde estás?- le dije llamándola al móvil-, no te veo por ninguna parte.
  • ¡Ah!, no te lo he dicho, estoy en la cafetería de abajo.
  • Con razón, yo estoy en la de arriba.
 Ascensor, bajada al parking, subida a la planta baja, finalmente me salgo del acensor y me voy por la escalera hasta la planta donde está la otra cafetería
  • ¡Qué guapa vas!
  • Pues tú también! Qué botas más chulas, y con ese jersey... ¡estás hecha una pija macarra!, ese jersey es muy bonito.
  • Pues me las compré en una zapatería que está cerca de la catedral y la dependienta se emocionó cuando me las llevé.
  • ¿Que se emocionó?
  • Sí, sí, se emocionó porque me las llevaba.
  • Wode, no entiendo...
  • Pues sí, lo que te digo, al principio no me hizo ni caso pero luego, cuando vio que me las iba a llevar, me atendió muy bien y al final se emocionó.
Yo me bajé de mi taburete para verlas mejor mientras ella estiraba sus largas piernas.

- Menudas botacas... ¡son magnificas!

Y pagamos y nos fuimos a comprar un regalo, y ya pensábamos en ir a otra parte cuando pasamos por la sección de faldas y Wode se paró porque quería una falda vaquera. Mientras hablaba con la dependienta pidiéndole dos tallas diferentes, vio en el mostrador un sombrero gris marengo y granate muy bonito que le gustó; acto seguido se lo probó, le sentaba bien, y acto seguido me lo colocó en la cabeza y me dijo que me sentaba muy bien, que debería de llevar sombrero y que ése era idóneo para mí.
  • Wode, yo ya no llevo sombrero, llevé hace muchos años con frecuencia pero ya casi no me pongo sombrero, sólo de vez en cuando...
  • Pues deberías ponértelo.
Se probó las faldas, eligió una y se dispuso a pagarlas, y, mientras lo hacía, cogió el sombrero y le dijo a la dependienta que lo añadiera a la compra y yo le dije:
  • Wode, el sombrero será para ti...
Acabó de pagar y mientras caminábamos sacó el sombrero de la bolsa. Sobra decir para quién era el sombrero: me lo coloqué allí mismo, como hacía mi padre, que se iba de las tiendas estrenando lo que acababa de comprar.

 
                                

Por la noche, paseando por la Ciudad del Mar, mi ciudad materna, en la que nos habíamos habíamos echado fotos hasta con un loro (bueno, más o menos), le dije:
  • Wode, me falta información, sigo sin entender por qué se emocionó la dependienta..
  • Pues porque le gustaban mucho esas botas, le gustaban especialmente y nunca se las llevaba nadie, entonces, cuando vio que yo estaba determinada a hacerlo y que me venían bien, que eran de mi número y que finalmente me las llevaba, pues no es que llorara, no, pero le entró emoción.
... Al día siguiente, mientras yo corregía, ella se acercó a la mesa donde yo estaba y merendó algo y comenzamos a charlar, y no sé cómo acabamos hablando de la capacidad de sugestión y de las cosas que se nos quedaban grabadas en la memoria, de esas más o menos absurdas que se te quedan ahí y que recurrentemente aparecen en la mente ante un estímulo o lo que sea que las desencadene. Entonces ella comenzó a hablarme de una de esas cosas que le pasó hace tiempo en un trámite burocrático con una mujer; la mujer le pidió un número suyo personal, ella se lo dió: “es el 23 23..” y la mujer le decía: “ya, 23, y ¿qué más?”, “ 23 23” continuaba Wode, y la mujer, con tono de impaciencia le dijo: “ ya, ya, 23, ya, continúe..” y Wode: “”23 23 le digo, se repite el número, no me repito yo..” . “Ahhh!!!", comprendió la mujer debiendo cambiar de tono: “¡es que es raro!, ¡esto mismo se lo han debido de preguntar muchas veces!!", justificando su error e imagino que su actitud impertintente, “pues no, no me lo han dicho nunca”, creo que dijo Wode.
Y Wode, a partir de ese momento, esperó a ver si le volvía a pasar, pero dice que nunca más le ha pasado, y que lo que sí le pasa es que cada vez que tiene que dar el número se acuerda de aquella tonta mujer o de lo tonta que se puso.

Me descojono.

Yo no daba crédito, mientras ella me contaba aquello y me reía, a la par, un torrente de pensamientos se sucedían en cascada en mi cabeza mientras la iba escuchando, y no daba crédito: “Pero, ¿qué me está contando? Le pasa algo con el 23, y no sólo con el 23 ¡¡sino con el 23 23!! Otra tiene que tiene algo con este número, qué cosas, ¡¡¡Wode tenía que ser, quién si no!!!!
Alucino”.
Entonces comencé a contarle mi historia.
  • Pues a mí también me pasa algo con el 23 23, pero es que lo mío es muy tonto, es una cosa rara que me pasó un día sin más, sin venir a cuento...
  • ¿Con el 23 23?
  • Si, por eso me ha llamado tanto la atenciónlo tuyo. Verás, yo estaba en alguna estancia  con un radio reloj delante o con un reloj digital, hacía pocos años que se habían puesto de moda o en mi casa no habían relojes digitales de esos que se ven los números bien grandes, hablo de los veinte y pocos años. Pues nada, una noche sin más ni más, abstraida o como fuera, fije mi vista en el reloj y marcaba las 23:23, vale, y súbitamente y sin razón alguna, me gustó ese momento: “¡qué hora más bonita!”, pensé, y fue una extraña forma de sentir el tiempo o la vida o lo que fuera. Sé que esto que cuento no es muy ortodoxo, es raro, extraño, pero fue así, fue como si el tiempo se hubiera detenido y se hubiera parado en ese instante, y como si no hubiera nada más que ese instante, puro tiempo, pero como diría Agustín de Hipona, una eternidad, el caso es que la siguiente vez que mis ojos vieron otra vez el 23 23 recordaron aquel instante y brotó de nuevo aquella vivencia, no tan intensamente, hay que reconocerlo, pero estaba ahí, y era lo mismo: “¡la hora mágica!” llamó mi cabeza a aquel instante y a aquella cosa. Y desde entonces, siempre, cuando aparece el 23 23 delante de mí, pues algo se detiene, me sonrío a veces y lo saludo, saludo al tiempo o a lo que sea, sí, sí.
Wode me escuchaba.
  • ¡Qué casualidad de 23 23!
  • Ya te digo...
  • Pues ahora nos vamos a acordar la una de la otra con el 23 23...
  • Pues sí.
  • Cada una con su 23 23.
  • Si, ¡qué cosas!
Risas.

Y después hablamos de más cosas, y al final acabamos haciéndolo del Gordo y el Flaco:
  • Nunca me han gustado -decía Wode.
  • Ni a mí.
  • Son pareja, dicen que eran pareja, que estaban casados.
  • No me los imagino...
Y no sé cómo estaría mi mente, desde luego hecha fosfatina porque esto fue lo que le dije:
      • ¿Qué estaban casados? ¿cómo iban a estar casados? ¡¡No puede ser!! ¿cómo iban a estar casados?
      • Sí, sí que lo estaban y eran pareja. ¡¡¡Ja, ja, ja!!! -se rió Wode al ver mi cara-, no, ¡estaban casados, pero cada un por su lado!
      • Dios, Wode, ¡no me desmontes la niñez!,¡¡ por un momento se me ha desmontado la niñez!!
      • Sí, Zapatero..
      • Pues eso es, el matrimonio Zapatero no podía existir en aquella época, ¡menudo susto me has dado! 
Ahora nos reíamos de mi cabeza y de su extraña y disparatada literalidad.
  • Pues los vi hace poco tiempo y, para mi sorpresa, me hicieron gracia -dije yo.
  • Sí, es que son absurdos, a mí también me pasó la última vez.
  • Pues tenemos que ver un corto o alguna peli...
Y ya al día siguiente por la mañana Wode comenzó a poner música:
  • Escucha esto. Es una canción que conozco de pequeña, era un single que me tocó en una bolsa de pipas.
  • ¿Cómo?
  • Sí, un día fui al kiosko como tantas veces y me salió un premio en una bolsa de pipas, entonces fui tan contenta a recogerlo y ver lo que me había tocado y me dieron un single, y cuando lo oí no me gustó nada, ¡qué chasco me llevé!
Esto me lo contaba mientras escuchábamos la canción.
  • Pues no está tan mal, está bien, bastante bien...es alegre... y muy divertida.
  • Sí,ahora me gusta pero entonces yo no entendía, yo esperaba otra cosa, las cosas que yo oía entonces, y me tocó esto...
  • Pues está gracioso aunque me está poniendo la cabeza loca.
  • A mí también.
Nos reímos, bajó el volumen, terminamos de ver el video y luego siguió con otras músicas. 




Acabo de buscar y de encontrar esto.

                                                                                                             
                                      

 ¿Qué tal?