Mariplatónica desde 1996 y antes

He conseguido ser de muchos pocos como decían mi padre y mi abuela

domingo, 27 de noviembre de 2016

El barco grande bonito

Intentando el otro día encontrar unas fotos, mira por dónde, recuperé esta imagen.

Una tarde de hace ya mucho tiempo la descubrí en Internet mientras navegaba.
La tuve años en la pantalla del ordenador.



 


martes, 27 de septiembre de 2016

Porque sí




Esta tarde estaba en la cocina con muchas cosas por hacer e iba para rato. “¿Qué me pongo?”. Y ha caído el último de Eno.
Es un disco oscuro, no se puede escuchar en cualquier momento, o al menos no yo, pero el tema final es bonito, a mi parecer tiene sentido escucharlo entero pero...






Y, buscándolo, he encontrado la versión I'm set free de la Velvet Underground.







¡Qué lío!
Creía que estaba editando esto en marinoséqué, resulta entonces que ya no tengo problemas técnicos. Bueno, vamos a ver qué pasa ahora ¿?

sábado, 17 de septiembre de 2016

Hasta pronto


Por problemas técnicos, me mudo al blog de al lado, no muy lejos. Ahora me llamo mari noséqué.




¡Hasta pronto!

 

viernes, 2 de septiembre de 2016

Un poco más

                    Eran Motorpsycho, Motorpsycho.



                     Bueno, pues un poco más...




 

                            August
 

    

                                                                 
                                                                        Circles



                                                           

                                                    
                                                                     Into the Mystic
                                                             


                                                             


                                 

                                                                      Little Lucid Moments
                                                       


                                                ...en fin, un poco bastante.




miércoles, 20 de julio de 2016

For Free


La libertad tiene mucho que ver con el miedo, son como el agua y el aceite, la libertad, para mí, es la ausencia de miedo. Si tienes miedo no tienes libertad, no te puedes sentir libre.
Parece que somos libres, yo no lo sé, pero tomamos decisiones, condicionadas y todo lo que se quiera, pero hay como un momento en todo ello en el que te dejas llevar por una condición o por la otra; es posible que sea una ilusión, y que en el fondo es que prima lo que sea (me viene a la mente un documental sobre neurociencia en el que hablaban de que el cerebro ha tomado ya una decisión -esto estaba experimentado con no me acuerdo qué técnica de scanner sofisticado o algo así- y es sólo después cuando tu pensamiento “decide” o “cree decidir conscientemente”).
¡Pues vaya!
Sea como sea, algo decide, algo tiene libertad y algo la expresa (o la proyecta). ¡Y qué más da!

Bueno, yo a lo que voy es a lo que sentimos, a la sensación de libertad, a esa maravillosa sensación que se siente tan pocas veces, al menos yo. Esa sensación es brutal, indescriptible, vale vivir por conocerla aunque sea tan pocas veces, aunque se prodigue tan poco (igual hay gente que la experimenta mucho, pues tienen una inmensa suerte, igual es cuestión de proponérselo, habrá que pensarlo, merece realmente la pena).

Pues esta canción me sube la adrenalina y me provoca, como cuando empiezas a chisparte (a lo mejor por eso nos gusta tanto el alcohol), una sensación de libertad, o de un poco más al menos, y eso es estupendo. Es la música y el conjunto en general de lo que hablo.
No es un súper tema, no hace histoira pero tampoco hace falta; recuerdo que estando un día con un amigo melómano, bastante entendido y con criterio, y que me ha descubierto muchas cosas, sonó la canción y yo le dije empezando a bailarla “mira, ésta me encanta” y él me contestó “yo, para eso, me voy a las fuentes”, refiriéndose con ello a los ancestros del rock, de la psicodelia, etc. y yo me quedé pensando que me daba igual, que lo mismo disfrutaba con los unos que con los otros.
                                            

                                        
                                                                                                                                                


                Pues yo creo que Spinoza era uno de esos hombres libres.


viernes, 27 de mayo de 2016

Por ahí arriba





 El miércoles tuve una tarde metafísica, muy metafísica, leyendo las cinco vías de Tomás de Aquino y una explicación sobre las mismas. Disfruté, la verdad. “¡Qué mente!” , exclamaba mi pensamiento absolutamente admirado, absolutamente. “Y la de Agustín y la de Platón y la de Aristóteles y la de Plotino y la de Averroes...¡Puf!”

Y, en un momento dado, entre los comentarios, apareció una frase que me asaltó y entré en una espiral maravillosa en compañía de toda esa pandilla:

¿Por qué hay que justificar los fenómenos?

Y seguía diciendo:

La gran tarea que se planteó la filosofía antigua es la explicación racional de la realidad,“justificar los fenómenos”, dar razón de los datos, de lo que se nos presenta, como dice Aristóteles en Metafísica XII.

Y continuaba:

Hay que justificar los fenómenos porque nos damos cuenta de que las cosas no son eternas, son así y están así, pero podrían no estar de ese modo y, de hecho, cambiarán; son, pues, contingentes. Por eso, siempre que hay contingencia, se exige una explicación…todo requiere, exige,un explicación racional. En suma, la contingencia de los fenómenos, de lo que hallamos, del mundo, exige una explicación causal.
La ciencia actual, consciente de la contingencia de los fenómenos y de que
requieren explicación, busca incesantemente sus causas. Pero ha realizado una
reducción peculiar: se ha centrado fundamentalmente en la búsqueda de las causas
empíricas eficientes de las cosas.

Tomás considera ineludible admitir que hay una primera causa eficiente y necesaria, Dios, pues sin ella no damos una explicación completa de este mundo y de sus fenómenos. Este paso es filosófico, pero exigido por la razón.

Mi cabeza pensaba en el principio de causalidad... “el principio de causalidad... ¡madre mía!”

Y mi cabeza continuó asaltada con lo de ¿Por qué hay que justificar los fenómenos? y pensaba estas cosas:

Queremos justificarlos, vale, necesitamos justificarlos, de acuerdo, unos fenómenos más que otros, al menos, si no sabemos la explicación completa, una que sirva para predecir, para vivir, para andar por casa. Bien. Pero, ¿y si tuviéramos la explicación completa? No la podemos tener pero, ¿y si la tuviéramos? ¿alguien quiere una realidad sin misterio?, y entonces, ¿qué?
No estamos hechos para eso, es como ver una película o leer un libro sabiendo desde el principio ya no el final sino el todo, no, no: nos gusta andar.”

Pues la canción de estos días es ésta.
La escuché el martes por primera vez y un poco más y levito. Mira que es bonita la altura.





sábado, 30 de abril de 2016

martes, 26 de abril de 2016

Alondra, II

  Pues ésta fue la primera noción que tuve de las alondras:

Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar 
un cuento...

                       
                                                                                   
Los domingos por la mañana eran los domingos por la mañana. Mi padre empezaba la mañana, cuando todos estábamos ya en pie, con música clásica, incluso antes de levantarnos, cuando nos sentía despertarnos. Beethoven, ése era su preferido, y su Tchaikovsky también, pero como le gustaba picar de todo varíaba bastante. Y no sólo música clásica, también nos sorprendía con jazz, tangos y hasta música pop; sí, alguna vez mi padre le decia a Estrella: “Pon ese disco de los Beatles ...” Se refería a ¡Qué noche la de aquel día!. Recuerdo escucharle medio tararear medio cantar If I fell en la ducha, le encantaba. "¡Qué padre más moderno!" exclamaba yo en mis adentros entusiasmada.
 Un día sí que me dejó alucinada. “Mirad lo que he comprado, os va a gustar...”
  

   

Y sí que nos gustó. Pido disculpas por el video, no ha sido fácil la elección, a cuál más horrible, pero éste, aparte de espantarme, me ha dado risa.

Mi madre, mientras tanto, andaba líada en la cocina haciendo buñuelos o churros con chocolate o lo que se le ocurriera, no he conocido una repostera mejor, fabulosa. Hasta Jazmín, que no le gustaba la tarta de manzana, decía que la de mi madre era algo exquísito, exquisito.




Bueno. Pues después de la sesión musical matinal nos íbamos a la Iglesia. Mis hermanos mayores desaparecían del mapa, así que sólo quedábamos Marta y yo. Pues allá que nos íbamos. Nos portábamos muy bien, a veces madrugábamos e ibamos a la Catedral a escuchar el órgano. Y después el aperitivo: calamares... cosas ricas... y vermú, mi madre siempre se tomaba uno, le encantaba, y mi padre muchas veces también, casi siempre, y nos dejaban que lo catáramos, y también que fumara en pipa.



En el techo de nuestra habitación, de la habitacíón que compartía con mis queridas hermanas, había grietas; eran como un mapa de España, las dos, sí, no miento, una tenía el contorno tal cual la piel de toro, y la otra casi: ¿cómo es posible que el asentamiento de una casa produzca dos grietas tan parecidas? Pues era así, lástima no tener fotos.

Y en el comedor también había grietas. Ay, Dios mío, qué mal llevaba yo aquello. Lo llevaba tan mal que no quería que ninguna compañera del colegio fuera a mi casa. ¿Por qué mis padres no empapelaban la casa? ¿Por qué no arreglaban aquello? ¿Por qué los padres de los demás tenían sus casas coquetas y arregladas y los míos no?

Bueno, todos los días me iba a la confitería al salir del colegio y me compraba un dulce, el que quería. Y mis bocadillos matinales eran de un jamón fantástico o de salchichón de Vich. La gente tenía casa en la playa y demás, mi padre aparecía de vez en cuando con regalos para todos: ahora un reloj, no cualquier reloj, no, ahora con una joya. Mi madre tenía grietas en el techo y el frigorífico en el salón pero no le faltaba el abrigo más chic, ni el bolso más exquísito. Ni a nosotros. “Amanda, salimos mañana con ellas y les compramos...” Mi madre asentía, claro, y allí que nos íbamos a la zapatería, o la boutique o a dónde fuera. Recuerdo un abrigo de cheviot precioso, a mi gusto, porque nos dejaban elegir.

Eran personas sencillas (qué palabra más bonita), bueno, lo eran de verdad, cosa que entonces yo no entendía. Hicimos la comuníon; mi hermana y yo hicimos la comunión juntas con otros niños, (recuerdo que yo leí un fragmento del Libro del Deuteronomio), pues al acabar la ceremonia el sacerdote se dirigió a mis padres y los felicitó, los felicitó porque mi hermana y yo íbamos vestidas de corto, con un traje blanco y azul de flores delicadísimo, precioso, pero la mar de sencillo, y corto. ¿Qué niña no quería ir ese día con un traje largo y pomposo de blanco? Pues todas iban así menos mi hermana y yo, y en la cabeza llevaban diademas de flores y casquetes y todo eso, y nosotras un pasador de pedrería blanco y ya está.

¡¡¡Anda que la vida no me ha ofrecido ocasiones después de ponerme de largo!!!! Pues creo que sólo lo hice en la boda de mi querida Violeta, y en el diseño me ayudó mi madre. Le encantaban las telas. Era sencillísimo, una tela negra preciosa, sedosa, con una caída suave y unos tirantes en la espalda que ella me ayudó a elegir verdaderamente bonitos.




A mi padre le gustaba el fútbol. “Esta tarde juega la selección... ¿te apetece venirte?” Yo estaba deseando que me lo dijera: “pues claro”. Y nos íbamos los dos, porque era a los únicos que nos gustaba. A veces nos encontrabamos con algún amigo suyo allí, otras no. Y yo recuerdo que iba de su mano, yo fui de la mano de mi padre hasta los doce años y pico. Me acuerdo de pensar “soy ya muy mayor para ir así, las otras niñas ya no van de la mano de nadie”, pero a mí me daba igual, por ahí sí que no pasaba, yo iba de la mano de mi padre, ni vergüenza ni leches.
Luego vino la adolescencia, y ahí las Leyes pesaban mucho, y ya no salía con mis padres. Bueno, todo tiene su momento, después vuelves.

Él era del Madrid, yo también, como no podía ser de otra manera. Veíamos los partidos juntos por la tele. No recuerdo ver al Madrid en La Condomina pero sí que recuerdo la tarde en que jugamos con el Barsa y ver a Croiff en sus mejores tiempos.

¿Qué hacía el frigorífico en la comedor? Tampoco aquello me gustaba nada (ahora me encanta). Pues muy sencillo, la cocina era pequenísima, así que no cabía, pero aquello no era un salón normal, y yo quería un salón normal. “¡Qué tonta más grande!”, como decía algunas veces mi madre, entre la compasión y el humor, cuando la gente era verdaderamente tonta.

Cuando nos cambiamos de casa, ya en la adolescencia, recuerdo que mi madre estaba como loca porque iba a tener una cocina grande y estupenda. Y así fue. Y recuerdo también llorar y llorar porque no me quería ir de aquella casa, y encerrarme a escuchar a Rachmaninoff. Aquella tarde no tenía consuelo. Vivíamos en el Nº8.








lunes, 25 de abril de 2016

Everyone You Hold, II



                                                                     Así, sin avisar



 

viernes, 8 de abril de 2016

La música de las esferas




Meter papeles en carpetas, desechar papeles o lo que sea, ordenar, quitar ropa de aquí, y esto de allá, ordenar.

Qué tarea más difícil cuando todo se amontona y no encuentras el hilo y todo anda disperso por aquí y por allá.

Como a veces no se ordena desde el principio, o no completamente, que para los efectos es muy parecido a no tener orden, pues con el paso del tiempo y el espacio limitado la cosa se empieza a complicar mucho, y va a más, y va a más.. y ordenar se hace cada vez más arduo, espantoso.

Ser persona ordenada.

De niño te dicen que seas ordenado, que tengas tus cosas en orden y te intentan inculcar esa manera de ser. Complicado.
O se es ordenado o no se es ordenado. Es como una primera naturaleza.

Si no eres ordenado puede ser que, con mucho esfuerzo, por parte de quienes te educan y por tu parte, pues que consigas ser más o menos ordenado o al menos interiorizar esa necesidad de una forma más profunda.

Y he dicho necesidad.
Sí, el orden es necesario, para todos, para los que son ordenados como primera naturaleza y para los que no.

¿Quién puede aguantar no encontrar nada día tras día o perder el triple de tiempo en hacer algo por no poder disponer de los elementos para ello? Eso por no hablar de cosas más profundas.

Universo, teleología. Me gusta que haya (o que hubiera) una teleología, más todavía, una Armonía, un Orden, un Bien.

Necesitamos pensar que tenemos un lugar en el universo, que ocupamos un sitio, nuestro sitio en ese Todo; esto lo necesita la humanidad, que anda como loca buscándolo, y, en mayor o menor medida, los individuos.

¿Cómo es posible que una persona ordenada en su vida y en sus cosas no necesite de una teleología en el universo? Y, ¿cómo es posible que una persona desordenada necesite un cosmos y no un caos en el universo? ¿Tiene que ver una cosa con la otra o no?

Se nos dice que las personas ordenadas lo son porque su personalidad es así. Esto es como una axioma en la psicología que te enseñan en los comienzos de la vida. Se asume como tantas otros axiomas de manera que no es cuestionado en tiempo, quizá nunca.
Bueno, pues yo reflexiono hoy sobre eso, sobre esa verdad tan básica de la psicología tradicional.
Ser ordenado es un reflejo del carácter, forma parte del carácter. Vale.

Es práctico ser ordenado, y hay personas que se dan cuenta muy pronto de esto y lo necesitan, y otras, no necesitan tanto del orden, quizá porque no saben donde colocar las cosas, porque no encuentran sitio adecuado para ellas, porque no saben clasificar, porque no saben hacer sitio, despejar, etc.etc., o porque les gusta la improvisación ¿?

Todo el mundo no es igual, lo que para uno es insoportable para otro es insoportable lo contrario. Curioso. Y divertido, porque lo contrario sería un aburrimiento, digo yo.

Orden, orden en la sala, pero hasta cierto punto. Una película de los Hermanos Marx no le disgusta a nadie, digo yo otra vez.

Sigo por donde andaba.
Para una persona desordenada por naturaleza es muy difícil ordenar, no es una cuestión de pereza, que también, porque ordenar es también un trabajo, para todo el mundo, pero para la persona desordenada es muy difícil. Y si le riñen, peor, pero a los niños hay que enseñarles a que tengan un cierto orden, como hay que enseñarles a hablar.

Todo el mundo no necesita la misma cantidad de orden.

Esto lo debería de entender todo el mundo pero no lo entendemos, los grados de orden de las personas chocan como trenes, no siempre, pero no es peccata minuta: se impone un orden común. En todas las relaciones de la vida, en todas las convivencias posibles, se hace necesario un orden. Es ley de la naturaleza.

Cada uno tiene su orden. Lo importante es encontrarlo. Y también comprender el orden de los otros, si no su estructura, al menos comprender que es su orden. Y luego aprender un poco de música, de la de Pitágoras.



                                   Espíritus geométricos en el Pequeño Verde.










miércoles, 6 de abril de 2016

Alondra


                                            Larks' Tongues in Aspic, Part II.



       Canto de Alondra totovía, con Abejarucos, en el olivar de la vega del Matarraña


martes, 1 de marzo de 2016

Brainstorming

Me acabo de encontrar esto, se me ocurrió hace dos o tres meses en una especie de brainstorming.

Este mediodía he estado en el bar con varios amigos. Otra vez el islam, el cristianismo, el laicismo... Todos los días igual. Ayer en el trabajo igual, y día sí día no ahí está la religión. 
Y estoy harta, harta de las consecuencias. La religión en la que he crecido no me ha hecho feliz, al contrario, tiene problemas con bastantes cosas, con cosas muy importantes y eso lo proyecta (y no solamente le pasa a la religón en la que he crecido), pero también es cierto me ha aportado valores, sí, también. Y el mundo ha estado y está fatal, y la religión es uno de los factores; no creo que se pueda reducir la religión a miedo y dogmatismo, está también esa tendencia natural, que podría ser sana, de intentar fundirse con lo Absoluto pero no se por qué pero en la realidad, de hecho, no es sana, o no en general, y sí que hay mucho de miedo a todo y mucho de dogmatismo, de imposición. Hartazón, cansancio.
Y desde hace un rato vengo pensando estas cosas.

Es imposible separar la razón de las emociones, imposible. Y estas emociones, no sé si estoy muy quivocada o no, me parece que no se pueden separar de los instintos, o sea, estoy dicendo, equivocadamente o no, que no hay una razón en estado puro y que me parece verdad que somos animales racionales (acabo de entender, en la medida en que lo haya entendido, a Aristóteles: sí, lo había pensando muchas veces pero no como hoy, como ahora, tan vívidamente). Somos animales pero somos racionales.
¿Alguien puede separar la razón, su pensamiento, de sus sentimientos? No estoy hablando de matemáticas, hablo de ética, de política, de su cosmovisión en general. ¿Y alguien puede separar los sentimientos de sus vísceras, de sus genes, de las tendencias que esos genes imprimen en todo su ser?

Cuerpo, conciencia. El cuerpo lo sentimos, la conciencia nos permite saber que lo sentimos, es decir, sin conciencia, ¿dónde quedaría nuestra experiencia del cuerpo? No tenemos ni idea, ni idea. Al final igual lleva razón Descartes, o al menos en parte, no sé si digo disparates, esto lo tengo que pensar mejor.

Seguimos.

El instinto de supervivencia, el gran instinto, nos lleva a unirnos a unos y a destruir a otros a los que consideramos potencialmente dañinos para nuestra supervivencia. El instinto de supervivencia es la fuente del miedo parece ser y, afortunadamente, también de otras cosas. Pero, ¿por qué queremos sobrevivir? ¿por qué este empeño?

"Amamos el ser y el conocer", esto está en la naturaleza toda nos dice San Agustín. Amamos, tendemos hacia.

Instinto igual a amor a la vida, igual a miedo a la nada, o todavía peor, al dolor. Y, ¿cómo se supera este miedo? ¿se puede superar?

Sólo se me ocurre una palabra: fusión.

Y aquí es donde aparecen el amor y la religíón, me parece.

Amar a otros seres y ser amados por otros seres nos calma, nos calma y algo más, nos hace felices, dichosos: nos fundimos con otros seres y eso quiere decir que nos olvidamos un poco de nosotros mismos, que nos convertimos en otro, que abandonamos en la medida que sea el instinto de superviviencia, o quizá no sea así, quizá sea que unimos nuestros instintos y nos sentimos acompañados, no solos, y más fuertes por eso. ¿? Quizá sea todo, quizá sea un olvido de sí mismo y quizá sea que el sí mismo se amplía con los otros, no lo sé. Y se ama porque se ama, es un fin en sí mismo, quiero decir que se ama a otros seres porque se los ama y ya está. Y esta parte es sin duda la mejor.

La religión camina por los mismos territorios que el amor, me parece. Intentaré explicarme.

El hombre tiene miedo, el animal tiene miedo. La razón del hombre busca vencer el miedo y para ello elabora respuestas, dicho de otra forma, el hombre busca vencer el miedo y usa la razón para encontrar respuestas con que vencerlo. La religíón nace de la misma necesidad de fusión que nace el amor, creo, pero se desvía mucho, al menos en la realidad, en la práctica. ¿Es la religón fuente de amor y de esa paz, sí, esta es la palabra clave en todo esto? ¿calma la religón, apacigua? Sí, a la segunda pregunta, no, en la medida de lo necesario a la primera.

¿Cómo calma y a quién?
Si uno cree en un Absoluto, ¿cómo hace para creer en él? ¿cómo es que unos seres humanos creen y otros no? Para creer tiene que haber un asentimiento de la conciencia ante lo que se cree. Muchas personas ni se plantean si son creyentes, para ellos no entra en su pensamiento otra posibilidad, no la contemplan, no les es posible. ¿Por qué? Por la fuerza de las ideas transmitidas culturalmente, por la fuerza con que esas ideas mantienen viva a una sociedad, pero creo que hay algo más por debajo o al lado, creo que creer es un instinto, que es algo instintivo y como tal es defendido con uñas y dientes. Instintivamente, los seres humanos no queremos ser despojados de aquello que nos aporta paz, si algo, por un instante, perturba esa seguridad vital, esa tranquilidad, ese apoyo, será rápida y violentamente, si es necesario, expulsado de la conciencia y olvidado para siempre.

La doctrina y la teología son un intento de hacer razonables, o al menos posibles en la conciencia, las creencias, de inducir a ese asentimiento que los humanos, más conscientemente o menos, necesitan ( o necesitamos).
A veces se apela a la fe y otras a la razón y lo ideal es que sean compatibles. ¡Claro que es lo ideal! Es lo que se busca, es lo que se anda buscando porque, a ver, ¿qué es la fe? ¿quién puede asentir a algo simplemente por la fe? Tiene que haber aunque sea un “ proto-razonamiento” y que se me perdone el palabro.
La fe de la que hablan es una experiencia que deviene concepto y a la inversa, intentaré explicarme (no sé si diré muchas tonterías o si digo muchas tonterías, bueno, sigo): la fe es un concepto, es un concepto que se refiere a una adhesión de la conciencia (y aquí hablo de los contenidos de la conciencia, de la vida racional y de la vida emocional/instintiva); cuando se habla de fe se habla de adhesión sin más, la fe se justifica por sí misma, pero justifica el creer, es el “argumento” esgrimido por la buena parte de la teología y creo que por la religión en general con sus variantes y matices. La razón que se da para creer es la fe, a esto es a lo que se apela, pero esto es circular.
Hay más argumentos, algunos más razonables, pero hasta en las argumentaciones más racionales la fe está presente, a partir de un punto, llegados a un punto, llamémosle racional, “justificado”, no digo que no, vienen los contenidos doctrinales y a aquí reaparece la fe, la fe en, pero ésta es otra clase de fe, ésta tiene un contenido, no es fe en estado puro, que no sé muy bien lo que es pero que me gusta. Sigo. Llegados a este punto,se da un salto, renegar de esa fe, de esa fe que se ha convertido en doctrina, es renegar de lo Absoluto y del abandono que Éste exige. Como queremos abandonarnos nos exigimos la fe. Y la fe nos exige abandonarnos. Redondez. La verdad es que no sé si me lío mucho, desde luego esto no es muy ordenado. Bueno,

entonces, ¿no existe Dios o lo Absoluto o como lo queramos llamar?
Pues no sé, lo que llamamos realidad es absolutamente incomprensible pero es, como quiera que sea, es. Y es fascinante.

Ama a Dios por encima de todas las cosas y al al prójimo como a ti mismo”
Lo segundo no es posible pero como ideal regulador está bastante bien y hasta dónde se llegue pues se ha llegado. Y, desde luego, la compasión y la empatía son las únicas formas razonables, sí, razonables de relacionarnos los humanos, de fundar una comunidad: todo lo demás es destrucción, y eso no es razonable.
Selección natural. Tampoco lo entiendo. No lo entiendo porque somos también racionales. Superpoblación, educación, gestión política, tecnología. Creo que desvarío, no sé cuánto.

Amar a Dios por encima de todas las cosas es olvidarte de ti mismo y de los demás, de la vida y de todo, es disolverte en Dios, es ahuyentar el miedo, qué digo, superarlo, vivir sin miedo porque ya no estás pendiente de tu ser, dejas de importarte a tí mismo para dejar de sufrir. Creo que esa fórmula es esto. Bueno, ¿por qué no el amor y por qué no Dios? Lo de Dios nos es completamente desconocido. Ahora bien, amar a Dios también puede ser amarte a ti mismo sin más. Y si amar a Dios es olvidarte de los demás entonces mejor olvidarse de Dios. Creo que las religiones no dicen esto, lo dicen y no lo dicen, creo que buscan una fusión con lo Absoluto y con los otros, porque es que además no tiene sentido otra cosa, pero en la práctica hay quien se olvida de la segunda parte, eso no puede ser religión o no una forma válida para vivir, va contra la naturaleza realmente humana eliminar al otro o ignorarlo, no sé a quién puede hacer feliz, realmente feliz, eso .


Así que, en mi opinión, el problema no es la fusión con lo Absoluto, el problema, para mí, estriba en las distintas formas de hecho de vivir la religión. Hay formas no sanas de vivir la religíón. Cuando alguien le impone a alguien su visión de la vida y su forma de vivir está oprimiendo a otro ser y negándolo; el abuso de poder viene del instinto de supervivencia. Volvemos a lo de antes: que nadie sea diferente a mi, que el mundo y los demás sean como yo soy, que nadie trastoque ni me arrebate mi seguridad, mi paz: mi dios me calma, esta vida no, los hombres me fallan, hay un ser que no, hay algo que me libera de toda esta tensión. Quiero otra vida de paz, otro mundo o lo que sea, un cielo, un descanso. Muy bien, no hay problema, no sabemos nada, podemos creer, pero las formas religiosas imperantes son dogmáticas. ¿Es que la gente no puede entendérselas con la realidad y con el más allá pacíficamente? ¿es que la gente no es capaz de racionalizar su incertidumbre, su grado de incertidumbre? No me lo creo, en mayor o menor grado sí, sólo hay que hacer un esfuerzo. Somos racionales, también somos racionales y podemos aguantarnos con el miedo sin necesidad de aninquilar al otro. La verdadera experiencia religiosa debe conseguir esto. Y hay religiones que se acercan.




A lo mejor un poco de panteísmo...
 
Vuelvo a los comienzos: ¿por qué queremos sobrevivir? ¿por qué este empeño? ¿tan difícil es aceptar la existencia o lo hemos hecho más difícil de lo que es?









martes, 16 de febrero de 2016

23 23

Quedamos en la cafetería del centro comercial.
La busqué por todas partes y le di dos vueltas a aquello.  
  • ¿Dónde estás?- le dije llamándola al móvil-, no te veo por ninguna parte.
  • ¡Ah!, no te lo he dicho, estoy en la cafetería de abajo.
  • Con razón, yo estoy en la de arriba.
 Ascensor, bajada al parking, subida a la planta baja, finalmente me salgo del acensor y me voy por la escalera hasta la planta donde está la otra cafetería
  • ¡Qué guapa vas!
  • Pues tú también! Qué botas más chulas, y con ese jersey... ¡estás hecha una pija macarra!, ese jersey es muy bonito.
  • Pues me las compré en una zapatería que está cerca de la catedral y la dependienta se emocionó cuando me las llevé.
  • ¿Que se emocionó?
  • Sí, sí, se emocionó porque me las llevaba.
  • Wode, no entiendo...
  • Pues sí, lo que te digo, al principio no me hizo ni caso pero luego, cuando vio que me las iba a llevar, me atendió muy bien y al final se emocionó.
Yo me bajé de mi taburete para verlas mejor mientras ella estiraba sus largas piernas.

- Menudas botacas... ¡son magnificas!

Y pagamos y nos fuimos a comprar un regalo, y ya pensábamos en ir a otra parte cuando pasamos por la sección de faldas y Wode se paró porque quería una falda vaquera. Mientras hablaba con la dependienta pidiéndole dos tallas diferentes, vio en el mostrador un sombrero gris marengo y granate muy bonito que le gustó; acto seguido se lo probó, le sentaba bien, y acto seguido me lo colocó en la cabeza y me dijo que me sentaba muy bien, que debería de llevar sombrero y que ése era idóneo para mí.
  • Wode, yo ya no llevo sombrero, llevé hace muchos años con frecuencia pero ya casi no me pongo sombrero, sólo de vez en cuando...
  • Pues deberías ponértelo.
Se probó las faldas, eligió una y se dispuso a pagarlas, y, mientras lo hacía, cogió el sombrero y le dijo a la dependienta que lo añadiera a la compra y yo le dije:
  • Wode, el sombrero será para ti...
Acabó de pagar y mientras caminábamos sacó el sombrero de la bolsa. Sobra decir para quién era el sombrero: me lo coloqué allí mismo, como hacía mi padre, que se iba de las tiendas estrenando lo que acababa de comprar.

 
                                

Por la noche, paseando por la Ciudad del Mar, mi ciudad materna, en la que nos habíamos habíamos echado fotos hasta con un loro (bueno, más o menos), le dije:
  • Wode, me falta información, sigo sin entender por qué se emocionó la dependienta..
  • Pues porque le gustaban mucho esas botas, le gustaban especialmente y nunca se las llevaba nadie, entonces, cuando vio que yo estaba determinada a hacerlo y que me venían bien, que eran de mi número y que finalmente me las llevaba, pues no es que llorara, no, pero le entró emoción.
... Al día siguiente, mientras yo corregía, ella se acercó a la mesa donde yo estaba y merendó algo y comenzamos a charlar, y no sé cómo acabamos hablando de la capacidad de sugestión y de las cosas que se nos quedaban grabadas en la memoria, de esas más o menos absurdas que se te quedan ahí y que recurrentemente aparecen en la mente ante un estímulo o lo que sea que las desencadene. Entonces ella comenzó a hablarme de una de esas cosas que le pasó hace tiempo en un trámite burocrático con una mujer; la mujer le pidió un número suyo personal, ella se lo dió: “es el 23 23..” y la mujer le decía: “ya, 23, y ¿qué más?”, “ 23 23” continuaba Wode, y la mujer, con tono de impaciencia le dijo: “ ya, ya, 23, ya, continúe..” y Wode: “”23 23 le digo, se repite el número, no me repito yo..” . “Ahhh!!!", comprendió la mujer debiendo cambiar de tono: “¡es que es raro!, ¡esto mismo se lo han debido de preguntar muchas veces!!", justificando su error e imagino que su actitud impertintente, “pues no, no me lo han dicho nunca”, creo que dijo Wode.
Y Wode, a partir de ese momento, esperó a ver si le volvía a pasar, pero dice que nunca más le ha pasado, y que lo que sí le pasa es que cada vez que tiene que dar el número se acuerda de aquella tonta mujer o de lo tonta que se puso.

Me descojono.

Yo no daba crédito, mientras ella me contaba aquello y me reía, a la par, un torrente de pensamientos se sucedían en cascada en mi cabeza mientras la iba escuchando, y no daba crédito: “Pero, ¿qué me está contando? Le pasa algo con el 23, y no sólo con el 23 ¡¡sino con el 23 23!! Otra tiene que tiene algo con este número, qué cosas, ¡¡¡Wode tenía que ser, quién si no!!!!
Alucino”.
Entonces comencé a contarle mi historia.
  • Pues a mí también me pasa algo con el 23 23, pero es que lo mío es muy tonto, es una cosa rara que me pasó un día sin más, sin venir a cuento...
  • ¿Con el 23 23?
  • Si, por eso me ha llamado tanto la atenciónlo tuyo. Verás, yo estaba en alguna estancia  con un radio reloj delante o con un reloj digital, hacía pocos años que se habían puesto de moda o en mi casa no habían relojes digitales de esos que se ven los números bien grandes, hablo de los veinte y pocos años. Pues nada, una noche sin más ni más, abstraida o como fuera, fije mi vista en el reloj y marcaba las 23:23, vale, y súbitamente y sin razón alguna, me gustó ese momento: “¡qué hora más bonita!”, pensé, y fue una extraña forma de sentir el tiempo o la vida o lo que fuera. Sé que esto que cuento no es muy ortodoxo, es raro, extraño, pero fue así, fue como si el tiempo se hubiera detenido y se hubiera parado en ese instante, y como si no hubiera nada más que ese instante, puro tiempo, pero como diría Agustín de Hipona, una eternidad, el caso es que la siguiente vez que mis ojos vieron otra vez el 23 23 recordaron aquel instante y brotó de nuevo aquella vivencia, no tan intensamente, hay que reconocerlo, pero estaba ahí, y era lo mismo: “¡la hora mágica!” llamó mi cabeza a aquel instante y a aquella cosa. Y desde entonces, siempre, cuando aparece el 23 23 delante de mí, pues algo se detiene, me sonrío a veces y lo saludo, saludo al tiempo o a lo que sea, sí, sí.
Wode me escuchaba.
  • ¡Qué casualidad de 23 23!
  • Ya te digo...
  • Pues ahora nos vamos a acordar la una de la otra con el 23 23...
  • Pues sí.
  • Cada una con su 23 23.
  • Si, ¡qué cosas!
Risas.

Y después hablamos de más cosas, y al final acabamos haciéndolo del Gordo y el Flaco:
  • Nunca me han gustado -decía Wode.
  • Ni a mí.
  • Son pareja, dicen que eran pareja, que estaban casados.
  • No me los imagino...
Y no sé cómo estaría mi mente, desde luego hecha fosfatina porque esto fue lo que le dije:
      • ¿Qué estaban casados? ¿cómo iban a estar casados? ¡¡No puede ser!! ¿cómo iban a estar casados?
      • Sí, sí que lo estaban y eran pareja. ¡¡¡Ja, ja, ja!!! -se rió Wode al ver mi cara-, no, ¡estaban casados, pero cada un por su lado!
      • Dios, Wode, ¡no me desmontes la niñez!,¡¡ por un momento se me ha desmontado la niñez!!
      • Sí, Zapatero..
      • Pues eso es, el matrimonio Zapatero no podía existir en aquella época, ¡menudo susto me has dado! 
Ahora nos reíamos de mi cabeza y de su extraña y disparatada literalidad.
  • Pues los vi hace poco tiempo y, para mi sorpresa, me hicieron gracia -dije yo.
  • Sí, es que son absurdos, a mí también me pasó la última vez.
  • Pues tenemos que ver un corto o alguna peli...
Y ya al día siguiente por la mañana Wode comenzó a poner música:
  • Escucha esto. Es una canción que conozco de pequeña, era un single que me tocó en una bolsa de pipas.
  • ¿Cómo?
  • Sí, un día fui al kiosko como tantas veces y me salió un premio en una bolsa de pipas, entonces fui tan contenta a recogerlo y ver lo que me había tocado y me dieron un single, y cuando lo oí no me gustó nada, ¡qué chasco me llevé!
Esto me lo contaba mientras escuchábamos la canción.
  • Pues no está tan mal, está bien, bastante bien...es alegre... y muy divertida.
  • Sí,ahora me gusta pero entonces yo no entendía, yo esperaba otra cosa, las cosas que yo oía entonces, y me tocó esto...
  • Pues está gracioso aunque me está poniendo la cabeza loca.
  • A mí también.
Nos reímos, bajó el volumen, terminamos de ver el video y luego siguió con otras músicas. 




Acabo de buscar y de encontrar esto.

                                                                                                             
                                      

 ¿Qué tal?