“Conócete a ti
mismo”
Menudo rollo.
Cuando leí o
escuché por primera vez aquello, que supongo que sería en los
tiempos avanzados del instituto, me sonó a grave, a algo muy grave,
y me entró fatiga. Era de esas frases, de esas sentencias solemnes,
que parecía que había que tomar muy en serio.
Luego la he
(hemos) visto mil veces y mil veces me he quedado pensando “sí,
vale, ¿y qué? ¿para qué me dicen esto? ¿por qué tiene uno que
conocerse a sí mismo si yo lo que quiero es salir de mí?”
Y, sin embargo, es
tarea obligada, y además de fatigante y aburrida (hablo por mí, a
los demás igual no se lo parece), pues imposible, imposible
al menos de realizar solo: o te ayudan los demás, o te conoces a
través del otro, o no hay mucho que hacer, me parece a mí. Además
es mucho más divertido y tiene mucho más sentido conocer a los
otros: esto es una ley. Sin embargo, parece que nos es inevitable la
tarea, lo queramos o no, ahí estamos, no podemos dejar de buscarnos
a nosotros mismos porque queremos vivir, vivir con sentido y
relacionarnos con los demás, que es una y la misma cosa y por eso
no podemos abandonar ni aunque lo deseáramos. Y no estaría mal
descansar un tiempecito.
El solipsismo es
un horror, menos mal que existen los demás y menos mal que nos
podemos comunicar con ellos a través de las miradas, de la piel, de
las palabras habladas y escritas, de la risa, de las lágrimas, del
arte, del baile y de todas las otras cosas. Y cuando digo los demás
no estoy hablando solamente de seres humanos.
Robinson Crusoe no lo tuvo que pasar bien, ¡oh, el encuentro con
Viernes!
En
fin, al final vamos a ser más sociables que insociables y el
universo parece que no está tan mal hecho después de todo.
...Cut my hair
Yo elegí esta canción. La elegí como emblema.
No sé muy bien por qué tenía que elegir y por qué fue ésta pero
así fue.
Imagino que obedecía a la necesidad que se siente en la adolescencia, y después, aunque quizá no de una forma tan imperiosa o de otra forma, no sé, de tener unas señas de identidad para ti y para los demás, que, como digo, es casi una tautología.
Imagino que obedecía a la necesidad que se siente en la adolescencia, y después, aunque quizá no de una forma tan imperiosa o de otra forma, no sé, de tener unas señas de identidad para ti y para los demás, que, como digo, es casi una tautología.
¿Qué me gustaba de ella? Pues su estructura que me rompía los
esquemas, su melodía que me inducía a la ensoñación... yo qué
sé, y sobre todo, me gustaba eso de “cut my hair”, esa frase
suelta. Y no sé ya cómo fue esto, el caso es que un día, bajo esta
influencia, me fui a la peluquería y me hice un corte de pelo
bastante radical, más radical de los que me solía hacer, y
desde entonces, de vez en cuando se me cruzan los cables y me hago un corte de pelo de
ésos en los que cambias del todo y los demás te sienten diferente
y tú misma también.
Hace tiempo, años, que no practico el “cut my hair”, a lo mejor
es que he encontrado mi identidad, ¡ja, ja, ja!
No sé, no sé...