Mariplatónica desde 1996 y antes

He conseguido ser de muchos pocos como decían mi padre y mi abuela

domingo, 4 de octubre de 2015

WHO

“Conócete a ti mismo”

Menudo rollo.

Cuando leí o escuché por primera vez aquello, que supongo que sería en los tiempos avanzados del instituto, me sonó a grave, a algo muy grave, y me entró fatiga. Era de esas frases, de esas sentencias solemnes, que parecía que había que tomar muy en serio.

Luego la he (hemos) visto mil veces y mil veces  me he quedado pensando “sí, vale, ¿y qué? ¿para qué me dicen esto? ¿por qué tiene uno que conocerse a sí mismo si yo lo que quiero es salir de mí?”

Y, sin embargo, es tarea obligada, y además de fatigante y aburrida (hablo por mí, a los demás igual no se lo parece), pues imposible, imposible al menos de realizar solo: o te ayudan los demás, o te conoces a través del otro, o no hay mucho que hacer, me parece a mí. Además es mucho más divertido y tiene mucho más sentido conocer a los otros: esto es una ley. Sin embargo, parece que nos es inevitable la tarea, lo queramos o no, ahí estamos, no podemos dejar de buscarnos a nosotros mismos porque queremos vivir, vivir con sentido y relacionarnos con los demás, que es una y la misma cosa y por eso no podemos abandonar ni aunque lo deseáramos. Y no estaría mal descansar un tiempecito.

El solipsismo es un horror, menos mal que existen los demás y menos mal que nos podemos comunicar con ellos a través de las miradas, de la piel, de las palabras habladas y escritas, de la risa, de las lágrimas, del arte, del baile y de todas las otras cosas. Y cuando digo los demás no estoy hablando solamente de seres humanos. Robinson Crusoe no lo tuvo que pasar bien, ¡oh, el encuentro con Viernes!
En fin, al final vamos a ser más sociables que insociables y el universo parece que no está tan mal hecho después de todo.

...Cut my hair

Yo elegí esta canción. La elegí como emblema.
No sé muy bien por qué tenía que elegir y por qué fue ésta pero así fue.
Imagino que obedecía a la necesidad que se siente en la adolescencia, y después, aunque quizá no de una forma tan imperiosa o de otra forma, no sé, de tener unas señas de identidad para ti y para los demás, que, como digo, es casi una tautología.

¿Qué me gustaba de ella? Pues su estructura que me rompía los esquemas, su melodía que me inducía a la ensoñación... yo qué sé, y sobre todo, me gustaba eso de “cut my hair”, esa frase suelta. Y no sé ya cómo fue esto, el caso es que un día, bajo esta influencia, me fui a la peluquería y me hice un corte de pelo bastante radical, más radical de los que me solía hacer, y desde entonces,  de vez en cuando se me cruzan los cables y me hago un corte de pelo de ésos en los que cambias del todo y los demás te sienten diferente y tú misma también.

Hace tiempo, años, que no practico el “cut my hair”, a lo mejor es que he encontrado mi identidad, ¡ja, ja, ja!

No sé, no sé...