Hay sitios especiales.
Escuchaba el nombre de aquel lugar, me sonaba bien, la
palabra me gustaba y me imaginaba cómo sería y deseaba conocerlo. Yo
nunca había veraneado en la playa, los otros chicos y chicas tenían
casa en la playa y hablaban emocionados de sus pandillas con las que
año tras año se reencontraban, y yo no. Aquello no era fácil de
llevar.
Y llegó el día en el que conocí aquel sitio. No lo
recuerdo exactamente pero sí recuerdo aquellos días. Fue con
Jazmín, íbamos a casa de unos familiares suyos a pasar fines de
semana.
Paseábamos, bajamos a la playa, nos reíamos de todo y
también había sus momentos de recogimiento.
En
el paseo marítimo, ya al final, lleno de palmeras, recuerdo un
atardecer precioso sentadas en unos columpios escuchando con nuestro
cassette Philips el Even
in the Quietest Moments y
el Love
Songs.
Era invierno. Las dos nos acordamos de aquella tarde, alguna vez lo
hemos hablado.
Cortesía de Wode
Después hubo bodas, nacimientos, bodas y nacimientos de
seres muy queridos.
Y
las salidas con los primeros chicos, chicos educados y sensibles a
los que no volvimos a ver pero de los que todavía nos acordamos. Y
luego discotecas al aire libre en un verano triste que mi querido
amigo Guillermo, al que conocí aquel verano allí, se encargó de
suavizar junto con Moh y con Jazmín. L'ets
dance.
Y olas y rocas, y otras casas, y otros amigos muy queridos, y
conciertos deliciosos por la noche en la orilla de la playa, y seres
queridos de otras especies, y risas y comidas, y noruegos imaginarios
y desconocidos que tendían sus sábanas al sol (previo pago por
ello) enfrente de la casa de Silvia.
Nunca nada malo, bueno, tuvimos un accidente de tráfico
a los dieciséis del que nos dijeron las personas que acudieron a
socorrernos que “habíamos vuelto a nacer”. Hubo suerte, sí. Y
también hubo un rato que nos hizo pasar mi loco perrito (al que Moh
bautizó así como su primer nombre, y no se equivocó, no). Pues
bien, íbamos a una playa en la que se admitían perros Estrella,
Cati, Loco y yo, y soltamos a Loco al llegar a la arena ¿y qué hizo
él?: pues empezar a correr como si fuera un gamo (era el más rápido
del parque y del barrio) y saltar por encima de la gente que dormía
o tomaba el sol tumbada sobre su toalla, saltaba por encima de sus
cabezas y cuerpos levantando arena por todas partes. Yo, siguiéndole
con la mirada y con los pies, cada vez que veía que iba a saltar a
alguien le rogaba al cielo en mi interior “que no falle, que no
falle, que no se caiga encima de nadie”. Zigzageaba de aquí para
allá a la velocidad de las centellas y, por su puesto, no servía
para nada llamarle ni ir detrás de él, cosa que yo hacía a la vez
que le iba pidiendo perdón a todo el mundo (nadie se enfadó, les
estuve infinitamente agradecida). Los saltos fueron completamente
limpios, todo un campeón, menos mal. Bueno, pues no contento con
eso, cuando conseguimos atraparlo se metió al agua detrás de Caty
que se había adentrado donde ya no se hacía pie. Yo no me había
dado cuenta, de repente lo eché en falta y lo vi nadando hacia Caty
que estaba muy muy lejos y de espaldas a nosotros. Me metí al agua,
comencé a llamarla, no me oía, seguía nadando y llamando a Loco y
a Caty, y no me oían, y Caty que no se daba la vuelta y Loco cada
vez nadaba más lento y más agobiado, y yo seguía nadando y
llamándoles y Loco casi parado ya, y ella que no se volvía y yo que
no llegaba y, por fin, él llegó hasta Caty y la rozó, y ella pegó
un grito del demonio porque no sabía si era una medusa, un pez
grande o qué, y allí se vio al pobre Loco delante de ella, y lo
tomó, y él continuaba moviendo sus piernas como si siguiera
nadando, y lo sacamos del agua y continuaba así, continuó así su
tiempo: parecía el conejito de Duracell ¡qué lástimica, ay Señor!
Y ya tuvimos bastante playa por ese día (no creo que estuviéramos
más de media hora) y nos fuimos de allí, después de reponernos del
susto, llevándonos a Loco envuelto graciosísimo en una toalla. ¡La
que lió! Me río y suspiro.
En fin, ¿qué tienen algunos sitios que sin pertenecer
a ellos la vida te lleva una y otra vez allí? Los seres queridos con
los que he compartido tantas cosas no tenían nada que ver lo unos
con los otros ni las razones por las que he ido recurrentemente, pero
allí hemos vivido, y vivimos. Pues muy curioso y bonito. Y raro.
Ese sitio lo llevo en el alma desde aquella tarde de
invierno y desde entonces forma parte de mí o yo parte de él, de
aquella tierra y de aquellas aguas.
Cortesía de Estrella
Empezó aquel atardecer con Jazmín y continuó y
continúa, la última vez con Benito y Wode, pero en esta ocasión
fue al amanecer y la banda sonora era una pieza de música clásica
cuyo nombre no recuerdo y también Caetano Veloso, como no.
...No sé por qué metí la mano en aquel buzón, ni idea.
El caso es que cuando quise sacarla el anillo que llevaba, un anillo
que Ninguna me trajo de esos mundos de Dios, se escasquetó y me
quedé con que no podía sacar la mano, yo sabía que antes o después
saldría de aquello pero ¿cuánto tiempo iba a transcurrir y cómo
se iba a resolver? Yo ya nos veía llamando a un cerrajero
...(extraña faena, aunque habrán visto de todo). En fin, Wode
estaba dentro, en el patio, y yo fuera, en el exterior: “Wode, no
puedo sacar el dedo”. Wode me miró incialmente con preocupación
pero en una fracción de segundo estalló en carcajadas. “La
estrello, yo la estrello” pensaba yo en mis adentros, “si será
canalla..” pero en otra fracción de segundo yo, al verla, estallé
también en carcajadas. Y ninguna de las dos podíamos parar, ella
dentro y yo fuera. Ya no la estrellaba, al revés. Recuerdo la
incomodidad de la risa porque no tenía libertad corporal con aquel
dedo metido en el buzón.
En ésas pasó un familiar de ella, una mujer, y nos vio
en aquella situación que, inicialmente, no entendía o más bien no
entendía nuestra reacción : “¿Qué pasa?, ¿Qué estáis
haciendo?”. Y nosotras no podíamos contar aquello, decíamos
frases sueltas entrecortadamente: “Que ha metido el dedo...” sin
acabar la frase por la risa. Y ella miraba a Wode y luego me miraba a
mi, y no sé lo que pensaría porque su cara era un poema, el caso es
que, al final, como asumiendo no sé muy bien qué, dijo: “Vaya
pareja”.
Bueno, poco a poco se nos fue pasando el ataque de risa
y ya Wode fue a por unas llaves y abrió el buzón por detrás y ya
conseguí sacar mi dedo.
La
foto es falsa. Cuando Benito y Silvia volvieron del Este se lo
contamos y decidimos inmortalizar el momento, así que es una toma
falsa. Ellos
también tenían sus cosas que contar.
Deep blue sea de Brian Eno