Mariplatónica desde 1996 y antes

He conseguido ser de muchos pocos como decían mi padre y mi abuela

martes, 16 de junio de 2015

Agua

 


Como no somos ríos podemos volvernos atrás”

Hace un año o por ahí fue todo un alivio escucharlo cuando un compañero, en una aburrida reunión de trabajo, exclamó esa sentencia a propósito de una medida que íbamos a tomar.

-¿De quién es la cita de los ríos del otro día? acabé preguntándole algún tiempo después.
- De Jorge Manrique
- Ahhh!

¡Cómo no!” pensé para mis adentros.
Jorge Manrique me encantó en los tiempos del colegio, allá a los nueve o diez años, me chiflaba.
Ríos, el tiempo, la vida...

Hoy lo ha vuelto a decir, la reunión de hoy ha sido mortífera, tres horas de obcecación. Y otra vez ese pensamiento ha vuelto a desatascar el embrollo que teníamos.

Ese pensamiento me gusta; me gusta porque es liberador: si uno se da cuenta de que una forma de actuar no le llevaba a donde quería, pues da marcha atrás y ensaya otra forma, y otra, y así hasta llegar a donde quiere; en definitiva, desbloquea la mente permitiendo la acción y con ello el avance. No está mal.

Bueno, pues “como no somos ríos” volvemos atrás y volvemos precisamente al agua, a los ríos y a los mares, y, de paso, a una poesía muy “manriquiana” que se me ocurrió de niña.

La poesía me parece un género difícilisimo, el más difícil de todos.
Creo que se puede intentar hacer un ensayo en condiciones más o menos. Es verdad que tampoco es fácil porque hay que tener información bien comprendida, espíritu crítico, pensamiento propio, originalidad y capacidad de análisis y también de síntesis, así que fácil no es, pero es un ejercicio racional y por lo tanto se puede intentar; y en menor medida, en mucha menor medida, pues cabe plantearse la posibilidad de escribir relatos más o menos largos, y obras de teatro (que ya empieza a complicarse la cosa bastante)... Bueno.
Pero, ¿escribir poesía? Puf, eso es otra cosa porque no es racional aunque tampoco sea irracional, no sé cómo explicarlo, requiere dosis de ambas cosas y de emociones auténticas y de un dominio sin huecos del lenguaje y, sobre todo, de un talento perceptivo (lo llamo yo), además de talento para plasmarlo, de talento para comunicarlo, de talento de efluvios, se me ocurre ahora (no sé si es una tontería o algo peor). En fin, algo así me parece. Puf, muy difícil.
Así que no te puedes poner a escribir poesías: “venga, voy a sentarme y voy a escribir un poema”, me parece que no. Por eso, creo yo, se puede soportar una novela mala, si tiene alguna sustancia por algún lado, o un mal ensayo, o un drama mediocre, se pueden soportar más o menos, pero una poesía mala no, eso es insufrible, no tiene ningún fuste, se te queda la cara de tonta.

Desde luego la poesía no es lo mío, pero a esas edades, de niña, escribí alguna que otra. Antes me las sabía de memoria, ahora ya no me acuerdo, por ahí andarán, no sé dónde, no aparecen, pero sí que me acuerdo de dos.

Una trataba sobre el mañana, y la reflexión acababa con un espíritu muy positivo, como yo ya intuía o sabía que había que acabar, porque eso era lo que se esperaba -y yo lo sabía- y porque yo era, definitivamente, también así. Pues vale.
Pero luego había una segunda parte en la poesía, que ésa sí que no tenía ningún desperdicio; esa segunda parte era un auténco salto conceptual - por decirlo con suavidad-, de manera que sin venir a cuento me puse a hablar de los ríos, lo mejor de todo es que decía “ … “y hablando de ríos, el Duero la palma se lleva....” ¡Ja, ja, ja! Allí nadie hablaba de ríos, los ríos no tenían nada que ver con lo anterior, allí sólo hablaba de ríos la empanada de mi cabeza, la empanada que se había formado en mi cabeza con los poemas y demás textos que nos teníamos que aprender de memoria en el colegio sobre árboles, mares, ríos, casas, piratas, patrias, etc. etc. ¡A mí qué me importaba el Duero!, ¿qué tenía yo que ver con el Duero? Y no solamente eso, es que luego acababa ¡hablando de la patria! Ja, ja, ja.. Y recuerdo leérselas a Ninguna en el colegio y a Moh en la temprana juventud, y la atención y la ternura que pusieron, y las risas y las sonrisas.

Y recuerdo también que en mi casa las había dado a conocer y las recitaba, y que mi padre un día se las copió -con un letra preciosa- y se las metió en su cartera y se las llevó a su trabajo para enseñárselas a sus compañeros y amigos.
Qué voy a decir...

Bueno, pues aquí va mi “primer poema”; éste debí escribirlo con unos seís o siete años o así, no sé, porque un día no hace mucho apareció entre las cosas de Estrella (Estrella que tantos poemas me leía y me lee) y vimos la fecha, que ya se me ha olvidado.
Aviso a navegantes:

Soy marinero,
soy del mar,
soy de la tierra,
pero más del mar.




Bueno, no es cierto que no me importe el Duero; aquello de...

Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja
nadie quiere oír
tu eterna estrofa de agua.
...me conmueve.

¡Y no digamos la canción de Serrat!

 


Me gusta el agua, me gusta mucho el agua.