Pues
mi hermano no va a ser menos, así que aquí van dos de sus canciones
preferidas de cuando él era un jovencito y yo una niña. Recuerdo
que él las escuchaba casi todos los días una y otra vez. A mí me
encantaba que las pusiera, o sea, que había más de uno en aquel
bucle.
Esta
primera le chiflaba y la oía y la oía. A mí también me
gustaba mucho y por aquellos entonces se me daba más o menos bien la
guitarrra así que me saqué las notas y la silbaba, y la verdad es
que lo hacía bien, así que cuando llegaba alguna visita me tocaba
hacer el numerito; aquello no me hacía mucha gracia pero el orgullo
y los halagos de mis padres y del visitante de turno me compensaban
el ratito, y al fin y al cabo me lo pasaba muy bien silbándola.
Esta
otra es un peso pesado
en todos los sentidos. También ésta le volvía loco.
Ya
entonces cuando sonaba me producía una emoción que no sabría
describir, algo difuso, exactamente la misma que me produce ahora. Era como si sintiera nostalgia de ese presente que se
desvanecía y a la vez nostalgia del futuro que iba a llegar, de un
futuro que se haría presente y luego pasado, y así. La cosa era muy meláncolica, es verdad, pero también feliz, y el título dulce
de la canción suavizaba todo aquello, esa punzada del tiempo, y lo
hacía todavía más profundo con su serenidad y humanidad.