Por la noche de vuelta en el coche sonó en la radio una canción de
jazz con una cantante de voz blanca y pensé en Doris Day, y sí,
era Doris Day, no sé qué canción era pero he encotrado una que se
le parece.
Una playa preciosa.
Lo que se veía a la izquierda:
Y lo que se veía a la derecha
Al día siguiente fuimos a ver la puesta de sol a otra playa; esta
vez al volver sonó Caetano Veloso, el Cucurrucú paloma. Esta
canción la hizo muy popular Almodovar y quizá nos empachamos un
poco pero es tan conmovedora que resiste cualquier atracón. Caetano
Veloso le sacó un partido inimaginable (sólo hay que oír otras
versiones), hizo una maravilla con ella, así que aunque esté tan
oída sigue siendo una preciosidad y por aquellas playas al
atardecer aún más.
Y ya por la noche, después de unas albóndigas caseras magníficas
en un ambiente de lo más variopinto, tuvimos sevillanas, bulerías
y un poco de rumba flamenca. La rumba fue lo mejor para mi gusto.
Tocaron Djobi Djoba que aunque también esté muy oída es magnífica y luego esta otra que también interpretaron al modo de los Gipsy
Kings y que es todo un logro en esa versión rumbera, así que
cuando sonaron los primeros acordes nos pusimos a bailarla, nosotros
y el bar entero, pero yo aquí no puedo evitar poner la versión de
Domenico Modugno, si la rumbera es todo ritmo, ésta es realmente una
maravilla y Doménico Modugno un amor.
Pero para que no se diga que no hago honor a la rumba pongo la más
maravillosa de todas: Se te olvida que aunque no la tocaron allí recuerdo haberla escuchado (y hasta bailado) en otra ocasión en la cocina. Nada, ninguna otra
versión de esta canción, de ninguna manera, todas son incomparables
con la de El Pescailla.
Y,
los nazarenos
que portan
el gran trono
de la Mesa
llevan el seno
repleto
de caramelos de
fresa