Mariplatónica desde 1996 y antes

He conseguido ser de muchos pocos como decían mi padre y mi abuela

miércoles, 6 de enero de 2016

Magninde

Tengo una canción metida en la cabeza días. He aquí su historia:

    - Pascual, vengo porque me quiero ir a un concierto a Madrid pero tengo 39 de fiebre.

Me hizo preguntas y me auscultó.
  • No deberías irte, tienes mucha fiebre.
  • Vale, sí, pero es que viene un músico que me gusta mucho, es una ocasión única y no me lo quiero perder por nada del mundo...
  • Ya.. pero..
  • Pero, ¿cuánto puedo empeorar? ¿qué es lo que me puede pasar si me voy?
  • Que te desmayes, no es que te vaya a pasar pero con tanta fiebre...
  • Bueno, vale.

Me cuidé unas horas y por la tarde salimos cagando leches para Madrid en aquel septiembre de finales de los 80.
El coche no rozaba la calzada, Alberto conducía siempre a tal velocidad (y magníficamente, todo hay que decirlo), que el coche parecía no rozar la calzada, esto que digo se correspondería con los dibujos de los tebeos en donde hay un espacio entre los coches y la carretera y los ocupantes llevan los pelos hacia atrás con cara de velocidad.
Yo sudaba y sudaba, horas, todo el trayecto me lo pasé sudando y les decía: “cerrad las ventanillas que me voy a quedar tiesa”. Cuando llegué a Madrid no quedaba ni asomo de fiebre, nada, pero estaba debilucha. Y llegamos al Palacio de los Deportes, y allí casi empezaba ya el concierto, no, empezaba ya, y estábamos en alto, en las gradas, y salieron los teloneros.

Percusión, instrumentos eléctricos, instrumentos étnicos que yo no conocía, bailarinas y bailarines fabulosos vestidos con sus trajes populares: alegría, color, mucho color, ritmos y bailes frenéticos, puf, ¡vida a raudales!
Nadie los conocía y estábamos todos boquiabiertos, maravillosamente pasmados.

Bueno, pues en ésas, y después de varias canciones, sonó una dulce y bonita a más no poder.

Y después vino Peter Gabriel, la actuación de Peter Gabriel fue también formidable, soberbia. Una descarga de adrenalina y de endorfinas total: toda una ceremonia colectiva.

Y no se volvió a saber nada de aquella gente, de los teloneros, nada de nada.




Pasaron meses y un fin de semana fuimos a Mojácar. La carretera entonces era bastante mala, llena de curvas y algún que otro barranco, y también precipicios, una carretera muy cerrada, estrecha y con muchos kilómetros así; como de camino había lugares interesantes parábamos para comer o lo que fuera:

  • ¿A dónde vamos? ¿cuánto queda para llegar a alguna parte? pregunté después de muchas muchas curvas
  • A Cabroneras, me contestó Alfonso muy cabreado.

Ja, ja, ja, todavía me río.

Por la noche, en un pub precioso en la orilla de la playa, muy cool y lleno de guiris, un chiringuito totalmente acristalado desde el que se sentía la noche y el mar, me dije a mí misma: “aquí van a tener esa canción...” así que me fui hacia el DJ:

  • Hola, me gustaría pedirte algo aunque no sé si podrás hacerlo. Hace unos meses escuché una canción preciosa que no sé cómo se llama, tampoco me acuerdo del nombre del grupo, eran los teloneros de Peter Gabriel en Madrid, la canción era una canción lenta muy bonita... ¿te suena algo, conoces lo que te digo?
  • Ahora mismo no, después lo veo.
  • Vale, gracias.

No me dijo más, me fui de allí sin mucha esperanza; el tipo era muy seco y yo no lo había puesto fácil, aún así yo esperaba prudente.

Y a la media hora o así, empezó a sonar aquella canción, y yo, al escuchar aquellas notas, de haber podido me hubiera comido el aire.

No pasó mucho tiempo que el disco se editó en España, y él se convirtió en un músico y activista de fama mundial.

                                                ..........               


Ayer por la mañana me desperté recordando algo de lo que había soñado.

Había soñado que alguien desconocido, que debía ser un senegalés o similar, me decía que “Magninde” significaba “el grano”; debí de ponerle cara de extrañeza a mi senegalés porque de inmediato añadió: “la semilla, el grano de Dios”. “Bonito” me decía yo en el sueño con contento, “le pega a la canción”.

Viendo las noticias matinales se lo conté a Gabriel y él intentó descubrir su significado real sin conseguirlo; la verdad es que yo sentía curiosidad también, entonces, cuando iba a intentarlo otra vez le dije: “casi prefiero no saberlo, pensándolo bien, así está bien... mejor déjalo...sí, sí, así está bien”

- Y mira, Gabriel, lo que he soñado después:

Yo me encontraba con cuatro personas más (que no tengo ni idea de quiénes eran pero que conocía de algo) en un lugar abarrotado de gente que guardaba largas colas para lo que fuera; era un lugar oficial, burocrático, y no sé qué hacíamos allí muy bien, cualquier papeleo administrativo, el caso es que, súbitamente, dos miembros importantes de un partido político se dirigieron a nosotros ofreciéndonos y pidiéndonos, ambas cosas, sí, ¡que aceptáramos ser diputados!
Risas

Pero, ¿qué es esto?¿pero cómo es posible que esta gente nos planteen semejante cosa? Esta gente ¡improvisan diputados!”- me decía yo-, y como si leyeran estos pensamientos y para justificarse (pues era obvio que aquello requería de una justificación) nos decían: “Es que es en estos instantes se está constituyendo formalmente el Parlamento, los diputados deben tomar posesión de su cargo y nos han fallado unos cuantos de los de nuestras filas, y como vosotros parecéis de una ideología afín...” “¿Ideología afín? ¿cómo sabe este hombre cómo pienso yo?” -me seguía diciendo yo-, “el caso es que lejos no ando pero... ser diputada..., ¡convertirse ahora en diputada!...¡qué trajín!, ¡qué pocas ganas!, y...además, ¿cómo compatibilizo yo el trabajo y esto?, me tendría que leer un montón de legislación y de documentación de todo tipo...¡menudo follón!!”
  • ¡Uf!! ¡ Y no veas qué alivio al despertarme!
Más risas.