Tengo una canción
metida en la cabeza días. He aquí su historia:
- Pascual, vengo
porque me quiero ir a un concierto a Madrid pero tengo 39 de fiebre.
Me hizo preguntas y
me auscultó.
Vale, sí,
pero es que viene un músico que me gusta mucho, es una ocasión
única y no me lo quiero perder por nada del mundo...
Ya.. pero..
Pero, ¿cuánto
puedo empeorar? ¿qué es lo que me puede pasar si me voy?
Que te
desmayes, no es que te vaya a pasar pero con tanta fiebre...
Bueno, vale.
Me cuidé unas
horas y por la tarde salimos cagando leches para Madrid en aquel
septiembre de finales de los 80.
El coche no rozaba
la calzada, Alberto conducía siempre a tal velocidad (y
magníficamente, todo hay que decirlo), que el coche parecía no
rozar la calzada, esto que digo se correspondería con los dibujos de
los tebeos en donde hay un espacio entre los coches y la carretera y
los ocupantes llevan los pelos hacia atrás con cara de velocidad.
Yo sudaba y sudaba,
horas, todo el trayecto me lo pasé sudando y les decía: “cerrad
las ventanillas que me voy a quedar tiesa”. Cuando llegué a Madrid
no quedaba ni asomo de fiebre, nada, pero estaba debilucha. Y
llegamos al Palacio de los Deportes, y allí casi empezaba ya el
concierto, no, empezaba ya, y estábamos en alto, en las gradas, y
salieron los teloneros.
Percusión,
instrumentos eléctricos, instrumentos étnicos que yo no conocía,
bailarinas y bailarines fabulosos vestidos con sus trajes populares:
alegría, color, mucho color, ritmos y bailes frenéticos, puf,
¡vida a raudales!
Nadie los conocía
y estábamos todos boquiabiertos, maravillosamente pasmados.
Bueno, pues en
ésas, y después de varias canciones, sonó una dulce y bonita a más
no poder.
Y después vino
Peter Gabriel, la actuación de Peter Gabriel fue también
formidable, soberbia. Una descarga de adrenalina y de endorfinas
total: toda una ceremonia colectiva.
Y no se volvió a saber nada de
aquella gente, de los teloneros, nada de nada.
Pasaron meses y un
fin de semana fuimos a Mojácar. La carretera entonces era bastante
mala, llena de curvas y algún que otro barranco, y también
precipicios, una carretera muy cerrada, estrecha y con muchos
kilómetros así; como de camino había lugares interesantes
parábamos para comer o lo que fuera:
¿A dónde
vamos? ¿cuánto queda para llegar a alguna parte? pregunté después
de muchas muchas curvas
A
Cabroneras, me
contestó Alfonso muy cabreado.
Ja, ja, ja, todavía
me río.
Por la
noche, en un pub precioso en la orilla de la playa, muy cool
y lleno de guiris, un
chiringuito totalmente acristalado desde el que se sentía la noche y
el mar, me dije a mí misma: “aquí van a tener esa canción...”
así que me fui hacia el DJ:
Hola, me
gustaría pedirte algo aunque no sé si podrás hacerlo. Hace unos
meses escuché una canción preciosa que no sé cómo se llama,
tampoco me acuerdo del nombre del grupo, eran los teloneros de Peter
Gabriel en Madrid, la canción era una canción lenta muy bonita...
¿te suena algo, conoces lo que te digo?
Ahora mismo
no, después lo veo.
Vale, gracias.
No me dijo más, me
fui de allí sin mucha esperanza; el tipo era muy seco y yo no lo
había puesto fácil, aún así yo esperaba prudente.
Y a la media hora o así, empezó a
sonar aquella canción, y yo, al escuchar aquellas notas, de haber
podido me hubiera comido el aire.
No pasó mucho
tiempo que el disco se editó en España, y él se convirtió en un
músico y activista de fama mundial.
..........
Ayer por la mañana
me desperté recordando algo de lo que había soñado.
Había soñado que
alguien desconocido, que debía ser un senegalés o similar, me decía
que “Magninde” significaba “el grano”; debí de ponerle cara
de extrañeza a mi senegalés porque de inmediato añadió: “la
semilla, el grano de Dios”. “Bonito” me decía yo en el sueño
con contento, “le pega a la canción”.
Viendo las noticias
matinales se lo conté a Gabriel y él intentó descubrir su
significado real sin conseguirlo; la verdad es que yo sentía
curiosidad también, entonces, cuando iba a intentarlo otra vez le
dije: “casi prefiero no saberlo, pensándolo bien, así está
bien... mejor déjalo...sí, sí, así está bien”
- Y mira, Gabriel,
lo que he soñado después:
Yo me encontraba
con cuatro personas más (que no tengo ni idea de quiénes eran pero
que conocía de algo) en un lugar abarrotado de gente que guardaba
largas colas para lo que fuera; era un lugar oficial, burocrático, y
no sé qué hacíamos allí muy bien, cualquier papeleo
administrativo, el caso es que, súbitamente, dos miembros
importantes de un partido político se dirigieron a nosotros
ofreciéndonos y pidiéndonos, ambas cosas, sí, ¡que aceptáramos
ser diputados!
Risas
“Pero,
¿qué es esto?¿pero cómo es posible que esta gente nos planteen
semejante cosa? Esta gente ¡improvisan diputados!”- me decía
yo-, y como si leyeran estos pensamientos y para justificarse (pues
era obvio que aquello requería de una justificación) nos decían:
“Es que es en estos instantes se está constituyendo formalmente
el Parlamento, los diputados deben tomar posesión de su cargo y nos
han fallado unos cuantos de los de nuestras filas, y como vosotros
parecéis de una ideología afín...” “¿Ideología afín? ¿cómo
sabe este hombre cómo pienso yo?” -me seguía diciendo yo-, “el
caso es que lejos no ando pero... ser diputada..., ¡convertirse
ahora en
diputada!...¡qué trajín!, ¡qué pocas ganas!, y...además, ¿cómo
compatibilizo yo el trabajo y esto?, me tendría que leer un montón
de legislación y de documentación de todo tipo...¡menudo follón!!”
Más risas.