Hay músicas que son digestivas.
No
es que la Navidad esté del todo mal: tiene su espumillón, sus
luces, sus... Como fiesta socializadora, como todas las tradiciones,
tiene sus más y sus menos; como todas, intenta hacer pasar por el
aro a todo el mundo de forma que impone sus reglas y si no son
observadas, ya se sabe, se queda uno fuera. Y así hay un buen montón
de regulaciones insalvables
de
carácter económico, familiar, social, afectivo... en fin, que son
ineludibles, independientemente de su “carácter religioso” (que
para bastante gente lo tiene, no lo dudo). De esto se ha encargado la
sociedad en su conjunto (el poder religioso primero, el económico
desde hace ya tiempo, impregnando de esencia navideña la práctica totalidad de las
instituciones sean del tipo que sean), y así, esta sociedad, ha sabido utilizar muy
bien de una forma más o menos maquiavélica o inconsciente, no
sé, quizá sea una mezcla, esa necesidad del individuo de no sentirse
excluido. De las fiestas de Occidente, la Navidad, sin duda alguna,
es la más potente y totalizadora.
Desde luego son los planos afectivo y económico los que más
reciben su influencia, quiero decir, en los que más seres sufren. Y
casi lo reduciría al afectivo, porque, además de las cuestiones afectivas, que no es poco, al final se trata de no poder
regalar o comer lo que otros pueden, y en definitiva, no tener lo
que “todos debemos tener”. La Navidad toca la teclas más
sensibles.
Hacen falta tradiciones y fiestas: somos sociales. Y necesitamos
rituales.Vale.
El espumillón no está mal. La Navidad tiene su nostalgia.
Pero hace falta también digerir el turrón.
VROOON de King Crimson es
un buen digestivo, y no vale sólo para la Navidad, hay más días en
el año.