Con Bob Dylan tengo un conflicto.
No me cae mal, pero tampoco me cae bien, no me es simpático, aunque
si hay que decantarse me cae bien. Bueno.
Su voz no me gusta. Eso sí es un problema. Su voz me deprime un poco
y, sobre todo, me enerva, mis nervios se alteran y llega un momento
en el que si no me doy cuenta de que es por eso me irrito y me salen
mal las cosas. Se me carga la cabeza, vamos.
Pero
Hurricane me
gustaba mucho mucho y cíclicamente siempre ha estado presente en mi vida con
un disco o con el otro.
Lo de su voz es raro porque tiene muchos registros, así que sin
darte cuenta estás diciendo ¡qué canción más buena o más
bonita! Y resulta que es de él.
A
Bob Dylan, esto no lo voy a descubrir yo ni lo pretendo, hay que
reconocerle mucha inteligencia, profundidad en su música y en sus
letras y coherencia. Hace lo que le da la gana y eso es muy de
agradecer. Y aunque a veces me produzca una cierta fatiga, y a veces
también perciba sus músicas con una cierta monotonía,
tiene canciones bellísimas, insustituíbles, y es él,
es inconfundible, es original.
No me quiero acordar de un concierto que dio en Cartagena hace muchos
años. No reconocí las cancione de lo extrañas que las tocó; su atuendo era una mezcla de
duende o algo así y de hippy hortera a más no poder de los 80,
como una especie de trovador medieval, una pinta rarísima: blusa
ancha de grandes mangas vaporosas, unas mallas muy ajustadas como
pantalones y un cinturón ancho a la cadera que recogía la blusa, un
espanto.. Encima era en un estadio de fútbol cutre y para colmo yo
tenía casi 40 de fiebre (sí, sí, otra vez) ¡Qué desastre! Desconsuelo total, inenarrable.
Pero tiene algo.
Algo no, mucho.
Acaba
de sacar un disco de versiones de Frank Sinatra. “Vale, puede estar
curioso, la mezcla a
priori
es interesante”... Pues sí, la mezcla es muy interesante. El disco
es estupendo; es un disco romántico y rarito. Tiene canciones
fantásticas y auténticas sorpresas. Y me recordará a esta época,
y cuando pasa eso con una música está muy bien.