El miércoles tuve
una tarde metafísica, muy metafísica, leyendo las cinco vías de
Tomás de Aquino y una explicación sobre las mismas. Disfruté, la
verdad. “¡Qué mente!” , exclamaba mi pensamiento absolutamente
admirado, absolutamente. “Y la de Agustín y la de Platón y la de
Aristóteles y la de Plotino y la de Averroes...¡Puf!”
Y, en un momento
dado, entre los comentarios, apareció una frase que me asaltó y
entré en una espiral maravillosa en compañía de toda esa pandilla:
¿Por
qué hay que justificar los fenómenos?
Y seguía diciendo:
La
gran tarea que se planteó la filosofía antigua es la explicación
racional de la realidad,“justificar los fenómenos”, dar razón
de los datos, de lo que se nos presenta, como dice
Aristóteles en Metafísica
XII.
Y
continuaba:
Hay
que justificar los fenómenos porque nos damos cuenta de que las
cosas no son eternas, son así y están así, pero podrían no
estar de ese modo y, de hecho, cambiarán; son, pues, contingentes.
Por eso, siempre que hay contingencia, se exige una explicación…todo
requiere, exige,un explicación racional. En suma, la contingencia de
los fenómenos, de lo que hallamos, del mundo, exige una explicación
causal.
La
ciencia actual, consciente de la contingencia de los fenómenos y de
que
requieren
explicación, busca incesantemente sus causas. Pero ha realizado una
reducción
peculiar: se ha centrado fundamentalmente en la búsqueda de las
causas
empíricas
eficientes de las cosas.
Tomás
considera ineludible admitir que hay una primera causa eficiente
y necesaria, Dios, pues sin ella no damos una explicación completa
de este mundo y de sus fenómenos. Este paso es filosófico, pero
exigido por la razón.
Mi cabeza pensaba en
el principio de causalidad... “el principio de causalidad... ¡madre
mía!”
Y
mi cabeza continuó asaltada con lo de ¿Por
qué hay que justificar los fenómenos?
y pensaba estas cosas:
“Queremos
justificarlos, vale, necesitamos justificarlos, de acuerdo, unos
fenómenos más que otros, al menos, si no sabemos la explicación
completa, una que sirva para predecir, para vivir, para andar por
casa. Bien. Pero, ¿y si tuviéramos la explicación completa? No la
podemos tener pero, ¿y si la tuviéramos? ¿alguien quiere una
realidad sin misterio?, y entonces, ¿qué?
No
estamos hechos para eso, es como ver una película o leer un libro
sabiendo desde el principio ya no el final sino el todo, no, no: nos
gusta andar.”
Pues la canción de
estos días es ésta.
La escuché el
martes por primera vez y un poco más y levito. Mira que es bonita la
altura.