Wode me dijo el
otro día: “Ya no escribes ni pones música en el blog".
Estábamos en
clase y era por la mañana.
Yo tenía catorce
o como mucho quince años recién cumplidos, Jazmín no tendría
todavía los quince. Era clase de religión.
El profesor era un
cura con un carácter raro, tenía mucha paciencia y algo de mala
leche pero parecía buena persona, y digo parecía porque era tan
opaco, tan gris, que no sabías a qué atenerte; nosotros éramos
malísimos y nos portábamos fatal. Al que era buen alumno le decía:
“es usted muy erudito y circunspecto” y al que era mal alumno y
follonero le decía “es usted un zurzigulle locuaz”. Estas
palabras no se nos olvidarán nunca y todos nos las decíamos los
unos a los otros de vez en cuando. El mote que le pusimos no lo digo
aquí por respeto pero era bastante absurdo, supongo que era por la
cara o yo qué sé por qué. Vestía siempre siempre de marrón, un
traje de chaqueta marrón.
Como el hombre ya
no sabía que hacer con nosotros para manejarnos (o para soportarnos, pues a pesar
de que éramos un grupo académicamente bueno éramos unos bichos),
pues nos dividió en dos y una hora de la semana nos daba
clase a la mitad del grupo y la otra hora a la otra mitad. Sobra decir la fiesta que significó aquello para nosotros: una hora gratis al parque sin que te pongan falta. Biennn!.
Aquel día
estábamos todos, tenía que ser vísperas de Semana Santa ahora que
lo pienso porque celebrábamos algo especial y la gente se había
traído instrumentos y yo qué sé que más.
Bueno, pues a
nuestro cura no se le ocurrió otra cosa que hacer una rifa
obligatoria, sí, sí, una rifa de la que no te librabas para celebrar lo
que fuera y, a tal fin, se trajo objetos variados que iba sorteando; los tenía
sobre la mesa y algunos eran más feos que otros, no recuerdo ninguno
que me volviera loca. “¿Cuál me tocará? Espero que no sea uno de
ésos tan feos, qué ridículo más grande”.
Y pasaban números
e iban desapareciendo los regalos. Yo llevaba el número 14, no se me
olvidará nunca. Y seguía el sorteo y cada vez quedaban menos
objetos hasta que en la mesa sólo quedaban tres o cuatro. Entonces
le eché el ojo a uno de ellos de lo feo que era: “que no me toque
éste, por favor” me decía yo en mis adentros e imploraba al
universo para que fuera así.
Y llegó el
momento de aquel objeto: era un cristo, un relieve de metal con un
cristo sin melena con una aureola alrededor sobre un fondo
azul pálido y triste. El marco era de metal liso, con forma ovoidal,
un marco “moderno” y simple pero sin ningún alma que no pegaba
nada con aquel espanto. El conjunto era un horror, no era kitsch, era
algo más.
Yo, a decir
verdad, estaba con mi número entre las manos preparada ya para
saltar de la silla e ir a recogerlo porque no albergaba la menor duda,
pero ninguna, absolutamente ninguna, de que aquello era para mí, y,
efectivamente: “Número 14, ¿quién lo lleva?”
Como digo, yo ya
estaba de pie e iba a toda prisa para que aquello pasara lo antes
posible, pero no, no sé por qué, no encuentro todavía la razón,
pero la clase en pleno se puso a aplaudir, ¡ a aplaudir! Qué
cabrones. Entonces yo me puse roja a más no poder, notaba como se
iba un color y venía otro y al cura no se le ocurrió decir otra
cosa que “callaros, callaros, que se ha emocionado”.¡Lo que me
faltaba!! Por si alguien todavía no se había dado cuenta de que me había
puesto como un tomate!!!! Bueno, pues no contentos con eso, a mis
compañeros se les fue la olla del todo y empezaron a tocar la guitarra, el
desvarío ya no podía ir a más, yo recogí aquello entre
guitarrazos y palmas y me fui a mi sitio mientras aquel lío
continuaba fuera de madre total.
Ay qué risa, que
momento más absurdo, ¿por qué malgastaría yo mis dotes de
adivinación -si es que tenía alguna- en aquello? Ay, Dios mío, un
momento surrealista pero de los pocos, y de los que mejor recuerdo, de
aquellos años de instituto, y, en el fondo, un buen momento, aunque no sabría decir por qué.
El marco lo
reutilicé colocando una foto, el relieve sobre fondo azul todavía
lo conservo en alguna parte y me aparece de vez en cuando...
Pues lo he buscado y lo he encontrado, sorpresa. Y estaba con su marco, más sorpresa todavía; debí considerar seriamente restituir el orden inicial sin ya acordarme de ello. ¿Por qué?
Pues ahora que lo miro, la cara del cristo no me parece tan fea, hasta le encuentro algo... pero el conjunto...
Bueno, la canción
de hoy es la canción que más me gustaba del mundo por aquellos
entonces, cosa que Jazmín me recordó no hace mucho de una forma
preciosa.